Heraldo de Aragón

Un viaje de Marruecos a España para cumplir el sueño de estudiar

Mohamed El Allam llegó a un centro de menores de la Fundación Ozanam en 2022. En estos años ha conseguido matrícula de honor en Bachillera­to y va a estudiar Ingeniería Informátic­a

- MARÍA MELÚS

Mohamed El Allam recuerda con ilusión el día en que dejó su país para viajar a España porque aquí comenzaba una nueva vida cargada de aspiracion­es. Este menor inmigrante –por aquel entonces– viajó desde Marruecos hasta Madrid con sus padres para estar un tiempo en España. Debido a unos «problemas familiares», se quedó solo en el país con 16 años, pero lejos de retroceder, decidió luchar por un sueño que le ha llevado a conseguir matrícula de honor en segundo de Bachillera­to y una nota de 12,37 en la Evau. Un sueño tan simple como estudiar.

Todo comenzó el 11 de septiembre de 2021, concretame­nte a las tres de la madrugada. Mohamed lo recuerda perfectame­nte. «Llegamos a Madrid y de ahí cogimos un autobús hasta Barcelona, porque en Manresa tenía a parte de mi familia», explica este joven. Y es que aquel día comenzaba una vida nueva para él, que giraba en todo momento en torno a su formación y aprendizaj­e. Por ello, cursó cuarto de la ESO en un instituto de Manresa, con mucho éxito más allá de la dificultad del lenguaje. «Aprobé todo menos catalán, porque era muy difícil si ya tenía problemas con el español», confiesa.

Pese a ello, el curso fue próspero para él. Lo que no sabía era que iba a tener que quedarse solo porque sus padres debían volver a su país. Mohamed no quiso seguir sus pasos y continuó con su anhelada educación en España, solo y con 16 años. Pese a haber tomado, según considera, la «decisión adecuada», no esconde los miedos que le surgieron en los primeros momentos. «Fueron unos días difíciles porque yo decía “me quedo aquí que soy mayor”, pero cuando te quedas solo te das cuenta que hay una carga muy grande a tus espaldas y tienes que ser más responsabl­e, –confiesa Mohamed–. Los primeros días no compraba ni comida porque me daba cosa, estaba muy solo».

Eso le duró poco, porque los servicios sociales pronto se dieron cuenta de que Mohamed vivía solo y todavía era menor de edad. Las consecuenc­ias eran

«Estudiaba mucho, sobre todo los últimos días, me pegaba 10 o 12 horas estudiando»

«Cuando estudias estás lleno y estresado, si no, te sientes vacío. Necesito otro desafío y volver a estudiar»

bien sabidas por él y pasaban por ir a un centro de menores. Sin embargo, tenía claro que su nueva etapa debía ser fuera de Cataluña, porque no sabía hablar catalán y sería todavía mucho más complicado. Así que cogió sus cosas y emprendió un viaje hasta a la capital aragonesa. «Antes de que viniera la Policía, huí y fui hasta Zaragoza. Al llegar acudí a la comisaría, donde me dijeron que tenía que irme a Marruecos, pero me negué, yo quería estudiar aquí, así que me llevaron a un centro de menores», explica este joven, que ya tiene 19 años.

El 13 de mayo de 2022, Mohamed ingresó en la Casa SAIM, que se renombró como Catim (Centro de Atención Temprana de la Infancia Migrante), de la Fundación Ozanam. Allí cursó desde una formación multiprofe­sional para aprender español hasta campamento­s de trabajo de carpinterí­a o de soldadura. Su principal objetivo era seguir estudiando, así que se matriculó en Bachillera­to científico en el IES José Manuel Blecua del barrio de Torrero-La Paz. «Pasé un mes complicado y pensaba que iba a repetir, pero al llegar junio tenía todo aprobado con una media de 9», confiesa orgulloso sin dejar de mencionar su constancia, «porque estudiaba todos los días».

Un piso de emancipaci­ón

En el curso 2023-2024 hizo segundo de Bahillerat­o y de nuevo se sumó otro cambio a su vida. Mohamed cumplió 18 años, entonces pasó de vivir en el centro de menores a un piso de emancipaci­ón. «Ahí tenía que cocinar, comprar, hacer la comida, limpiar y era difícil, una movida tremenda», explica entre risas.

Estos pisos se enmarcan dentro de un proyecto de la Fundación Ozanam y están destinados a aquellos mayores de edad que no tienen familia ni recursos en España. En el caso de Mohamed, vive con tres chicos más y está supervisad­o por una educadora social.

El cambio a este piso no fue un impediment­o, porque obtuvo una media de 9,41 en Bachillera­to y matrícula de honor. En junio se presentó a la Evau para poder estudiar una carrera universita­ria. «Estudiaba mucho, sobre todo los últimos días me daba mucha caña, me pegaba 10 o 12 horas estudiando», confiesa. Pero el esfuerzo tuvo su recompensa. «Saqué un 12,37», dice orgulloso. Ahora va a poder estudiar lo que quería, Ingeniería Informátic­a porque, según dice, «es el futuro».

Ahora Mohamed está de vacaciones, aunque confiesa que le gusta más estar ocupado. «Cuando estudias estás lleno y estresado, si no te sientes vacío. Necesito otro desafío y volver a estudiar», dice mientras sonríe.

En Zaragoza, aunque no tiene familiares, ha creado un vínculo de amistad con algunos de sus compañeros del instituto. Con sus padres habla «diariament­e» y los visita de vez en cuando. «El verano pasado me fui a descansar a Marruecos». Pero Mohamed cree que su lugar está aquí, en España. En Zaragoza ha podido conseguir su sueño de estudiar y formarse. Ahora piensa en el reto que le depara este próximo curso la universida­d y ya piensa en lo que hará en cuatro años: «Buscar trabajo para poder quedarme aquí».

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FRANCISCO JIMÉNEZ Mohamed El Allam, en un centro de la Fundación Ozanam de Zaragoza.

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