María Victoria Arruga, investigación y esperanza
Ha fallecido María Victoria Arruga Laviña. Se ha ido muy pronto y muy deprisa. Siempre vivió apurando el tiempo. Ansiosa por saber y por transmitir los saberes con los que la ciencia va tejiendo sus redes y transmitirnos, al final, esa imagen general y grandiosa de un universo interconectado entre lo más grande y lo más pequeño. Esta compleja realidad maravillosa de la que formamos parte, conectados a través de nuestra propia materia personal y, trascendiéndola, con ese centro neurálgico del cerebro que nos da la medida de nuestra realidad existencial llena de dudas y anhelos. Como genetista le gustaba resaltar los lazos con el pasado a través de los genes, fruto de herencias antiquísimas y origen de nuevos horizontes futuros ya inscritos en el código genético.
Le preocupaba expandir una cultura científica que cambia por completo el modo de mirar la realidad y nos obliga a revisar la historia de nuestras culturas, la forma en que hemos expresado nuestras convicciones, también las religiosas, y el modo de vernos a nosotros mismos que, de reyes de la creación, hemos pasado a ser reyezuelos de nuestras soledades. Ciencia y religión fueron las dos grandes líneas de sus búsquedas. Saber cómo somos y explorar posibilidades de lo que podemos ser, si es posible la esperanza grande y profunda.
Miembro de las academias de Ciencias y de Medicina. Catedrática de Genética, investigadora integrada en equipos internacionales. Compañera, con su querido José Ignacio, en responsabilidades del CSZ (Proyecto Hombre), tan importante, tan desconocido. Partícipe de los ciclos culturales y científicos de Acción Social Católica y de la Plataforma de diálogo Ciencia-Teología, junto con otros: L. J. Boya, M. López, Ortiz-Osés, que también nos dejaron.
Fue agente contagioso de los encuentros entre ciencia y religión para promover el redescubrimiento mutuo, repensar la fe en el marco de la ciencia actual, que todo el pensamiento humanista y religioso debe asumir, y reformular la fe en el mismo Dios que actúa pero respeta la autonomía de la materia y de la historia. No solo se movía en las alturas intelectuales, con su gran amiga Paz Aznar participaba en el Movimiento Senior, paseaba ancianos en silla de ruedas y degustaba café y tertulia con ellos.
Rigurosamente científica, profundamente religiosa, puso en marcha su sentido crítico y, si disfrutó mucho con sus tablas del genoma, no disfrutaba menos buscando las raíces lingüísticas y culturales de los antiguos relatos bíblicos que aportan significados nuevos y criterios diferentes para entender la literatura bíblica, tan profunda, tan bella, tan humana y tan divina. Como Francis S. Collins, coordinador del Proyecto Genoma Humano, para quien Dios habla, también, a través de los descubrimientos científicos y nos hace cambiar nuestros viejos criterios religiosos precientíficos, María Victoria descubrió cómo Dios es un proceso de relación personal que va desvelando facetas de ternura, cercanía y perdón y nos va llevando a la experiencia de un Dios-Padre que ha sembrado en nosotros los genes profundos del amor, la compasión, la solidaridad y la aceptación propia y ajena.
¡Cuánto has disfrutado aprendiendo y enseñando! ¡Comparte ahora la Vida, con su autor, y asómbrate de tanta belleza! ¡Gracias por todo lo que nos diste!