«Dejan de existir una forma de ser y estar y una filosofía de vida»
¿Por qué titula el libro con esa rotundidad y evidencia: ‘El fin de un mundo’ (Los Aciertos/Pepitas), que presentó ayer?
Para algunos lectores, según la edad, ese ‘fin de un mundo’ será la conclusión tras la lectura, para quienes acumulamos bastantes años es, por vivencias, rotunda e inexorablemente, el punto de partida.
¿Es una elegía, un canto o, en el fondo, la exaltación de una forma de vida que se va?
Quizá ni una cosa ni otra y al mismo tiempo un poco de todo ello. En todo caso, pienso que a lo largo del libro no domina ni la nostalgia, ni la sublimación de aquel mundo milenario agrícola, con todo lo que comportaba, sino el intento de comprensión desde el respeto.
¿Qué es más determinante en nuestras vidas la naturaleza o la infancia?
Nos construimos sobre los cimientos de la infancia y nos vamos modelando con la naturaleza. No sabría explicarme a mí mismo, quizá nadie sabría, sin la una ni sin la otra.
¿Qué tiene Soria, que posee a sus hijos de una manera increíble, vayan donde vayan, parece que siempre sienten la necesidad de volver a sus orígenes?
Somos hijos de una tierra de emigrantes y allá donde nos encontremos, por a gusto que estemos, mantenemos los cimientos que nos sustentan –la infancia- y lo que nos ha modulado –la naturaleza-. En el fondo, en mayor o menor grado, siempre queda una cierta añoranza por lo que perdimos.
¿Qué matices de ese instinto de supervivencia de sus personajes rurales, en medio de las dificultades, ha querido resaltar?
El primer derecho, y la primera obligación, de todo ser vivo es el de subsistir. Y ello, en determinadas circunstancias, conlleva esfuerzo, mucho. Y hacerlo con dignidad todavía más. Lo que más resalto, porque es lo más apreciable y lo que más valoro, de aquellas generaciones de nuestros padres es el sacrificio y la generosidad extrema para posibilitar que sus hijos tuviesen un presente y un futuro distintos al de ellos y al de, desde siglos, sus antepasados.
Sin sublimar a nadie, ¿cómo explicaría a sus dos personajes, Manuela y Antonino, que son aquí un espejo y un símbolo?
Quien haya vivido, o pasado veranos, en el medio rural, si se ha detenido a observar y conversar, habrá conocido a centenares de Manuelas y Antoninos. Una forma de ser, de hablar, de estar en el mundo: una filosofía de vida que, en la medida en que ese mundo llega a su final, también, inevitablemente, va dejando de existir.
Se perciben, así a vuela pluma, ecos de Antonio Machado, de Delibes, de Julio Llamazares...
Hay que distinguir, escribía Machado, las voces de los ecos. Seguro, como bien dice, que hay ecos de los autores que cita, a quienes he leído con placer y por
tanto soy deudor, pero las voces, que siempre son más hondas, proceden de otras gargantas: de las de las mujeres y los hombres a quienes en mi infancia y juventud oí contar historias junto al fuego, en los carasoles, en el lavadero, en las eras de pan trillar… Este libro debe más a lo oído que a lo leído, a la palabra y la observación que a la escritura.
La narración también contempla otra figura de hoy: la del historiador-escritor que cuenta qué ha pasado en España. ¿Qué hace un urbanita en el campo?
El narrador es un urbanita ‘culto’, un historiador-escritor que entrelaza conversaciones con los lugareños Manuela y Antonino sobre costumbres y modos de vida de raíz milenaria en el contexto de la España concreta de la dictadura franquista: el estraperlo, Eva Perón, los americanos, la Guerra Civil y la represión, la llegada impetuosa de la maquinaria, los Planes de Desarrollo, la emigración… En esa dualidad, lugareños ancianos y urbanita-escritor más joven, está la clave narrativa para que el libro no sea ni una descripción costumbrista ni un ensayo histórico, sino, en cierto modo, como en ‘Calladas rebeldías’ (Prames), pero para otro tiempo, una novela sobre un mundo milenario que en tan solo un par de décadas dejó de ser.
¿Qué busca el narrador Carmelo Romero, tan directo y noble, en qué se parece al historiador?
Sin haber nada autobiográfico, conscientemente al menos, ahí, en el narrador, están ‘mis adentros’, es decir, mi forma de entender el mundo y de actuar en él.
Siempre ha sido un hombre de izquierdas. ¿Cómo lee ahora esta España y polarizada?
He tratado de ser, de seguir siendo, una persona comprometida en la pelea por conseguir una sociedad más igualitaria y, por tanto, más justa y más realmente libre. Desde esa aspiración, es claro que ni España ni el mundo viven los mejores momentos ni, de cara al inmediato futuro, presentan los mejores augurios. Hay que obligarse a mantener el esfuerzo por pelear la esperanza.
Autorretrato «He tratado de ser, de seguir siendo, una persona comprometida en la pelea por conseguir una sociedad más igualitaria, justa y realmente libre»
¿Por qué cree que tiene tantos seguidores, qué ha dado a los lectores y a los alumnos?
He procurado ser –no me jacto de realidades, solo de pretensionesuna persona honrada, digna, intentando devolver a la sociedad algo al menos de lo mucho que la sociedad me ha dado y continúa dándome. He podido dedicarme a lo que siempre me ha apasionado y me sigue apasionando: enseñar, comunicar, dialogar, escribir. Me han pagado por ello para poder vivir dignamente. De ahí que solo me quepa la gratitud.