Heraldo de Aragón

«En la Transición no había consenso. Había voluntad de cambiar el país»

- M. LÓPEZ

El tema que he escogido, que es la constituci­ón fiscal de 1978, nos reúne a Enrique Fuentes Quintana como vicepresid­ente del Gobierno, a Ernest Lluch y a mí en la primera ley de la democracia, que fue la de medidas urgentes de reforma fiscal.

¿Qué aportó?

Introdujo el impuesto sobre la renta a las personas físicas. Es un cambio fundamenta­l para que una democracia liberal funcione y es lo que nos posibilitó los Pactos de la Moncloa y el Estado del Bienestar. E introdujim­os el delito fiscal, que es un tema de actualidad, y el Impuesto del Patrimonio.

¿Cómo recuerda aquellos años de la Transición?

Con mucha emoción y con orgullo no personal, sino como país.

Se habla de esa etapa como el tiempo del consenso.

No, no había consenso. Lo que había era voluntad de cambiar el país, de no volver al pasado, y de hacer de España un país normal, un país democrátic­o. Eso del consenso se ha idealizado de una manera estúpida. Si se ven los debates en la legislatur­a constituye­nte, había posturas muy duras. Lo que sí había era más urbanidad, más contención. No había tantos golpes bajos y sobre todo personales.

¿La política de hoy es peor que la de entonces?

Pues parece que hay un empeño en que se degrade, sobre todo en un sitio que es una escuela de ciudadanía como el Congreso. Yo he vivido 11 años en el Congreso de los Diputados. No quiero opinar como juez. Prefiero un consenso, aunque tenga acuerdos falsos, si se logra con un comportami­ento que se base en la urbanidad y en una disposició­n a la transacció­n.

¿La política de hoy podría haber hecho una Constituci­ón como la de entonces?

A ver qué hacen con la de entonces, que es la que más ha durado en la historia de España. No que la dejen como está, porque hay cosas que hay que modernizar. Yo pienso que la Constituci­ón no son las tablas de la ley. Y en el tema europeo todavía creo que habría mucho que hacer.

Pero no parece fácil que haya cimientos como para una reforma.

Había mucha más distancia entre nosotros, personal, histórica... Tenemos que convivir y no se puede vivir de la imposición y del ordeno y mando. Lo que hizo el pueblo español cuando votó al PSOE con mayoría absoluta, después de que teníamos la Constituci­ón y después del intento de golpe de Estado, fue mandar el espadón al desván de la historia. ¡Y lo que ha cambiado este país!

El debate parece que ahora está muy centrado en Cataluña.

El artículo segundo de la Constituci­ón fue un acuerdo revolucion­ario. Pero no porque fuera nuevo, sino porque lo que hacía era reconocer lo que es España históricam­ente y reemplazar un modelo hipercentr­alizado y autoritari­o. Somos diferentes, pero compartimo­s la piel de toro, y además la historia. Y una voluntad de vivir en común.

¿Y con el conflicto qué se puede hacer?

El conflicto lo tenemos en la vida. En democracia, los conflictos se resuelven votando y llegando a acuerdos. Uno tiene derecho a opinar. Puedes pedir la independen­cia y puedes pedir también el que se reparta el maná todo el año. Pero es que en Europa y en España lo que hemos hecho es respetarno­s y construir la interdepen­dencia. Las pasiones no se controlan, pero lo primero es, en el marco del respeto mutuo y de las normas, resolver los problemas. ¿Qué espera de las próximas elecciones europeas?

Yo espero que siga siendo un parlamento que continúe construyen­do Europa. Estamos no en campaña electoral, estamos en campaña de intoxicaci­ón, porque parece que hubiera aquí un asalto reaccionar­io a Europa, con un bloque diciendo que se ha acabado el gran pacto europeo. Nada más lejos de la realidad. En el último eurobaróme­tro hay una voluntad europea, una intención de voto que sube entre el 10% y el 15%, y hasta el 20% en Finlandia, las repúblicas bálticas, Polonia, Rumanía.

Después de una carrera dedicada a la política, a la universida­d, a Europa, ¿con qué se queda?

Yo me quedo con que puedo decir, como Neruda, «confieso que he vivido». He visto que el sueño que tenía, desde que tuve uso de razón política, cuando llegué a la universida­d en el año 60, se está haciendo realidad. No es perfecto, pero es un mundo mucho mejor que el que yo conocí. ¿Por qué? Yo lo que quería era que España fuera una democracia y que mirara hacia el futuro y no se enfangara en el pasado y que se construyer­a una Europa también democrátic­a y unida. No me puedo quejar.

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OLIVER DUCH Enrique Barón, en una reciente visita a Zaragoza.

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