El precio de traspasar los límites de la libertad
Estamos pagando un precio muy alto por haber distorsionado el concepto de libertad. Algunos problemas, como la falta de profesionales y el aumento de líderes con ideología represora, lo avalan. Mi larga trayectoria como docente de instituto me permite reflexionar acerca de las razones que pueden tener los jóvenes de hoy para rechazar ciertos puestos de trabajo y algunos ciudadanos para sentirse atraídos por la extrema derecha. Para averiguar cuándo comenzaron las posibles causas hay que remontarse a esos años previos a la crisis del 2008. Los actuales buscadores de empleo se formaron en una época destacada por el incremento del poder adquisitivo y adquirieron unos valores inculcados por una sociedad muy exigente, ajena a cualquier incomodidad y obligación. Impartía docencia en un centro con un modelo de gestión que, disfrazado del término ‘calidad’ y quizás válido en otros ámbitos, socavó los cimientos del sentido común. Ya no había que educar a los alumnos, sino satisfacerlos. Se negaban el esfuerzo, la frustración y la autoridad, lo que originó adolescentes sobreprotegidos, inmaduros e indisciplinados, una realidad que sigue vigente. Escasean trabajadores porque no se adaptan. Aparecen partidos políticos neofascistas que suprimen derechos porque se desprecian las normas y los deberes. Muy instructiva es la parábola de Chuang Tzu en la que un hombre, disgustado por su sombra y sus pisadas, decidió librarse de ellas huyendo. Al no lograrlo, aceleró el ritmo y, finalmente, agotado por la lucha, cayó muerto. María Pilar Ciprés Domínguez ZARAGOZA