El Gobierno se afana en conjurar el vértigo por Sánchez: «El único escenario es que continúe»
La dirección del PSOE trata de frenar las especulaciones sobre la sucesión y se centra en convencerle con la movilización de hoy en Ferraz
MADRID. El miedo a que Pedro Sánchez anuncie finalmente este lunes, cuando concluye el periodo de «reflexión» que él mismo se ha otorgado, que se marcha es muy real en el PSOE. Ni siquiera aquellos más distanciados de su gestión se atreven a rebajar a mera estratagema política el paréntesis que abrió el miércoles con el argumento de que ya no sabía si merecía la pena seguir ante la operación de «acoso y derribo» de la que se siente víctima por parte de la derecha y la ultraderecha, después de que un juzgado abriera diligencias previas contra su mujer, Begoña Gómez, a raíz de una denuncia del pseudosindicato Manos Limpias. Pero nadie quiere pensar en lo que vendrá después si sus peores temores se confirman.
El ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños –tras la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, la figura de mayor peso político en el Ejecutivo–, asumió ayer el papel de faro interno y en un intento de frenar la más mínima especulación en torno a un eventual proceso sucesorio, que los socialistas no contemplaban hasta ahora ni mucho menos en el corto plazo, zanjó: «No estamos en ningún otro escenario que no sea que el presidente del Gobierno continúe con su labor porque es el que han elegido las Cortes democráticas».
Si Sánchez se marcha, en lo inmediato su sustituta será Montero, número dos tanto del Ejecutivo como del PSOE. Pero el suyo sería un cargo interino que, en el supuesto de querer consolidar, requeriría de refrendo del Congreso. El caso es que el núcleo duro del Gobierno se resiste a pasar tan rápido de pantalla y a abrir un debate para el que no se había preparado y que, llegue a producirse o no, no es el que más le conviene en estos momentos.
La propia vicepresidenta, a la que muchos ven como relevo natural más allá de un primer momento de interinidad, salió al paso de cualquier quiniela. «No quiero hacer ningún planteamiento en este momento porque estoy absolutamente concentrada en cómo entre todos somos capaces de ayudar al presidente a que tenga el ánimo suficiente para poder continuar», remarcó en La Sexta, en vísperas del comité federal que debía aprobar las listas europeas y que ha acabado reconvertido en un acto de aclamación al líder.
Estaba previsto que el máximo órgano entre congresos de los socialistas ratificara la candidatura completa para los comicios del 9 de junio, pero no será así. Se pospone esta cuestión para el próximo martes, aunque sí validará la decisión que ya había adoptado Sánchez antes de su reclusión, la de que sea la vicepresidenta tercera del Ejecutivo, Teresa Ribera, quien ejerza como cabeza de cartel. Pero todo lo demás queda en suspenso.
Se espera que a las puertas de Ferraz se produzca este sábado una multitudinaria concentración, para la que incluso algunas agrupaciones del PSOE han fletado autobuses, con el objetivo de que el presidente «sienta el afecto de los suyos». En ese contexto, ponerse a hablar de quién ocupará su lugar no sería la mejor estrategia. Pero esa no es la única razón por la que al PSOE no le conviene abrir el melón de la sucesión. La carta en la que el presidente exhibió su vulnerabilidad les ha ayudado a instalar el discurso de que lo que aquí se dirime no es el futuro de su líder o de su mujer, sino una batalla por la democracia. Y ese es el marco que les interesa.
Uno tras otro, los distintos portavoces del partido incidieron este viernes en el mismo mensaje. El portavoz parlamentario, Patxi López, llegó a afirmar que apoyar a Sánchez es «apoyar la democracia» y la «dignidad política» frente a la «inmoralidad» de la derecha. Bolaños pidió una «reflexión colectiva» en torno a si lo que se desea es una «democracia tóxica o una democracia limpia». «Es fundamental que seamos conscientes de que tenemos que poder hacer política sin que haya jaurías utilizando bulos y mentiras para atacarnos e intimidarnos a los progresistas que damos un paso al frente porque tenemos vocación de servicio público», adujo.
También el ministro de Transportes, Óscar Puente, insistió en que lo que se está viviendo en estos momentos es un intento por parte de la derecha –a la que acusó de no estar respetando el pacto de la Transición, que suponía ceder el poder al pueblo– de conseguir por métodos ilegítimos lo que no consiguió en las urnas. Incluso el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, habitualmente prudente cuando de por medio hay resoluciones judiciales, alimentó ese discurso.
El Gobierno sigue asegurando –lo hizo el propio Sánchez en la sesión de control del pasado