Heraldo de Aragón

Devolver al remitente

- *Periodista y escritor

Es un problema de políticos. Los ciudadanos no tenemos nada que ver. Esa carta que nos ha mandado el presidente debería volver a su buzón. Aclárense. Ya son mayorcitos para cumplir las reglas del juego. Si han decidido no respetar a sus familias en uno y otro bando, pueden hacer lo que les dé la gana. Se van a quedar solos, no habrá ya quien los aguante. La rabieta no soporta comparacio­nes evidentes con rivales. Esto es un lodazal cutre. Si seguimos así, se van a llevar por delante lo que ha costado mucho tiempo y esfuerzo crear. Echar la culpa al otro, sospechar interesada­mente de los jueces, utilizar palabras que suenan como conjuros y que no encierran ningún tipo de debate o pedir de forma indirecta la validación son, a fin de cuentas, trampas, chapuzas y muestras de debilidad. Deberíamos admirar a los cargos públicos por su capacidad de servicio y no por su sagacidad para mantenerse en el poder, pero aquí hay demasiado bufón agradecido y muerto de miedo a uno y a otro lado. Hay demasiado repetidor, demasiada antena y demasiado eco de frontón de pueblo. Para llevar camisetas de colores ya tenemos el fútbol y cuando se acaba el partido nos dedicamos a otra cosa. El cinismo es un traje caro. El cinismo es un maquillaje. El cinismo es un perfume y un fijador de pelo. El cínico se aguanta la mirada en el espejo y miente sin pestañear porque ya viene mentido de casa. Todo le da igual. Es todo ruido. Los ciudadanos queremos vivir en paz. No nos traigan problemas absurdos. No nos pongan a discutir una vez más. Resuelvan los problemas. Sean servidores públicos o, por lo menos, no molesten.

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