La amenaza de Bildu, la apuesta del País Vasco
Les van a votar los ciudadanos del País Vasco, igual que en Navarra les votaron los navarros. El alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, no es un señor que pasaba por allí para coger la vara de mando solo por efecto de una intragable moción de censura. Al señor Asiron le votó casi uno de cada tres pamploneses que acudió a las urnas en las últimas elecciones municipales. La fotografía va a repetirse, ahora, aumentada, en los comicios autonómicos vascos. La duda estriba en si Bildu va a ganar los elecciones o la fuerza más votada será el PNV, pero lo que está fuera de toda duda es el resultado estratosférico del partido que sigue sin condenar los atentados terroristas. Cuando una sociedad se pliega y sigue las consignas de una formación que continúa admitiendo entre sus miembros a quienes aterrorizaron a todos los españoles durante cuarenta años, debe reflexionar sobre su presente y su futuro.
Es preciso preguntarse qué sentido antropológico atesora un ciudadano que no tiene escrúpulos en depositar su voto para validar indirectamente a un secuestrador condenado como Arnaldo Otegi. Dónde se halla el límite de lo razonable y dónde empieza la frontera de la ignominia.
El voto a Bildu es el voto a Batasuna, el voto del pasado, en ningún caso el de un futuro que debiera empezar por la justicia, que sigue sin llegar a las víctimas de los más de 300 crímenes de ETA sin resolverse, en buena parte por la falta de colaboración de los terroristas que ahora cumplen condena en las cárceles del País Vasco. El relato, en verdad, lo estamos perdiendo los demócratas desde hace demasiado tiempo. Ni hemos aprendido del pasado ni la sociedad vasca está sabiendo configurar desde la moderación su propio destino. La tristeza del resultado de las elecciones autonómicas será la alegría de quienes ahora creen a pies juntillas que la violencia sirvió para algo. Para mucho.