El máximo botín sin gol es el 0-0
El inerte Real Zaragoza, que no mejora apenas en lo crucial con Víctor Fernández, no ve portería en Miranda y alarga la racha sin victorias a siete partidos, con 2 puntos sumados de 21 y un solo tanto marcado
MIRANDA DE EBRO (BURGOS). La racha sin victorias del Real Zaragoza se alargó anoche en Miranda hasta los siete partidos, con un 0-0 definitorio de la ceguera goleadora que sufre el equipo aragonés y un récord vigente de un solo tanto marcado en esas últimas siete jornadas. Con este empate, un mal menor tal y como ha venido de adverso el fin de semana en la zona baja de la tabla, el Zaragoza suma solo 2 puntos de los últimos 21 dirimidos.
Desde el inicio del partido el cuadro zaragocista mostró, de modo continuado, su estado de languidez heredado de un pasado reciente demoledor. Víctor ha recogido a un equipo que, al margen de tener mucho menos fútbol en sus jugadores del que en verano se vendió desde la dirección deportiva, se halla disminuido en su fe por los meses de fútbol terrible practicado con Escribá y, sobre todo, por el demoledor Velázquez. Así, los primeros 45 minutos fueron plomizos, con apenas tres o cuatro chispazos en ataque y con una disposición demasiado timorata, acomplejada. Las bajas de Francho, Mollejo y Francés surgieron como excusa latente pero, ciertamente, tras ocho meses de lo mismo, hay que poner eso en cuarentena, como poco.
El 0-0 del descanso fue un buen botín, porque el Mirandés, que no es nada del otro mundo como muestran su clasificación y estadística, sí que fue capaz de acercarse a la red de Badía al menos tres veces. En los primeros 25 minutos, el Zaragoza no existió. Todo porque, entre otras muchas cuestiones, no tiene fábrica de fútbol en su línea media. Aguado y Moya estuvieron un día más con anteojeras, sin ver más allá de dos metros de su posición y solo en una dirección, la más corta. Carecen de visión periférica y atrevimiento. Bakis fue una isla (a cámara lenta) arriba. Mesa, otro semejante. En las alas, Valera hizo una incursión enseguida, sin centro final, y se apagó para el resto; y el debutante Liso, nervioso al inicio, dejó un par de buenos centros en la recta final pero... nadie entra al remate en este equipo. El gol es pecado. Ojo a este asunto que puede ser mortal a medio plazo de no solucionarlo Víctor no se sabe bien cómo.
El Mirandés amagó el 1-0 en el 19 con un cabezazo de Pablo Ramón en un córner que no llegó a remachar en el segundo palo Carlos Martín. Y repitió el lateral largo Ilyas Chaira con un chut duro desde 25 metros que rozó la escuadra derecha. Los zaragocistas trataban de tocar y tocar, algo que Fernández dijo no querer en su presentación. Pero es que no da para más este grupo. Moya hizo el primer intento de remate en el 27, desde su casa (más de 30 metros había al marco), y la pelota se fue muy lejos del inédito Ramón Juan, el portero local. Bakis, escorado tras un saque de banda, se dio la vuelta y golpeó sin ángulo, por probar, en el minuto 30. El balón se fue al lateral de la red.
En la recta final del primer periodo, tal y como ya había intentado varias veces al principio, el Mirandés percutió el lateral zurdo zaragocista, donde Lecoeuche fue un coladero a su espalda. No es que en el otro lado Mouriño defendiera mejor cuando le fueron por ahí, pero lo del francés fue preocupante. Entre Gabri Martínez, Ilyas, Álvaro Sanz y Carlos Martín lo volvieron loco en media docena de penetraciones laterales. En una de ellas, en el 31, Carlos disparó cruzado tras dejar atrás al galo y Badía salvó el gol enviando a saque de esquina. En otra acción similar, hubo al menos tres remates francos para los mirandeses, que erraron para salud zaragocista uno tras otro en la zona del punto de penalti.
En el 44, cuando ya todo se apagaba entre bostezos y después de que Moya cabeceara como un infantil a las manos del guardameta burgalés un balón muerto en un centro largo tras un córner, Gabri Martínez estuvo a punto de aprovechar el clásico regalo grueso de Lluís López, que perdió la pelota en la salida desde atrás. Su mano a mano, que parecía fatal para el Zaragoza, lo salvó Badía. Por cier