20 años sin Óscar
Ese día de 2004 a Óscar Abril lo acompañó su padre a la estación de cercanías de Coslada. Tenía 19 años, estudiaba Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en Madrid y practicaba decatlón, entre otros deportes. Nacido en Barcelona pero con raíces en Alfambra (Teruel), este joven estudiante murió en un tren camino de sus sueños aquel 11 de marzo de odio y sangre. Era «un enamorado de la vida», recuerda su padre Jesús, en una conmovedora carta publicada este domingo en HERALDO y que describe dos décadas de pérdida y de lucha por la verdad. «20 años y sigue siendo 11M», titula Jesús su emocionante misiva.
Al día siguiente del ruido de las bombas yihadistas, sobrecogía el silencio de los pasajeros en los trenes. Muchos miraban al suelo al paso de los trenes despedazados. Otros pensaban que podían haber sido ellos, que podían haber sido Óscar. Sobre las vías 1, 2, 3, 4 y 5 de la estación de Atocha, un cartel desolador informaba: «Sin servicio». En la terminal, se multiplicaban los altares de velas y flores. Las manifestaciones de protesta recorrieron España de norte a sur, al mismo tiempo que los ciudadanos se asomaban a un mundo distinto, con la lección aprendida de que las amenazas son globales y llegan hasta la puerta de casa.
Uno podía pensar que ante el trauma España saldría más fuerte. No fue así. El 11-M supuso la quiebra definitiva de la unidad frente al terrorismo, que ya era material de combate, y un paso definitivo hacía el tiempo de frentismo y polarización que hoy define la política y la vida social.
Hoy Jesús vive a medio camino entre Alfambra y Valencia, donde reside su hija Beatriz. Tras el atentado, ella le dio un nieto llamado Óscar, que se convirtió en la alegría de la casa. «El tiempo nos enseñó a convivir con la ausencia, la pérdida, la soledad personal, pues cada uno tiene un ritmo para el duelo y un grado para el dolor, la tristeza, la incomprensión», dice. Él no olvidará nunca aquel 11-M cruel, que se llevó a 193 inocentes. Nadie debería hacerlo.