Omella se despide con una llamada a la unidad de los obispos en torno al Papa
MADRID. El cardenal Juan José Omella pronunció ayer su último discurso como presidente de la Conferencia Episcopal, que hoy elegirá a su sucesor al frente de la jerarquía eclesiástica. Omella, de 78 años y natural de Cretas (Teruel), que abandona el cargo tras haber cumplido un mandato marcado por la pederastia clerical, la pandemia y las tensas relaciones con el Gobierno, hizo un llamamiento para que los católicos refuercen su comunión con el Papa, en un momento en que surgen voces ásperas que critican el pontificado de Francisco. El arzobispo de Barcelona y líder de los prelados evocó las palabras de Juan Pablo II cuando dijo: «Para un obispo, cultivar una espiritualidad de comunión quiere decir también alimentar la comunión con el Romano Pontífice y con los demás hermanos obispos, especialmente dentro de la misma Conferencia Episcopal y provincia eclesiástica».
En vísperas de las elecciones en el seno del episcopado y ante algunos síntomas de división, que coinciden en el tiempo con varios dardos al Papa que se lanzan desde sectores ultraconservadores, Omella exhortó a la unidad e hizo repetidas invitaciones a la comunión. Omella apeló a sus compañeros para que sean portadores de esperanza, especialmente en un mundo fracturado que «sufre ante la violencia, la polarización y la desigualdad». Fuera de la Casa de la Iglesia, donde durante esta semana se celebra la asamblea plenaria de la jerarquía católica, permanecían apostados representantes de asociaciones de víctimas de abusos sexuales. Miembros de la asociación Infancia Robada y de la Fundación Justice Initiative se manifestaron a las puertas del edificio y acusaron a los obispos de ningunear a los damnificados por la pederastia clerical. «Nunca cuentan con las víctimas, siempre nos dejan atrás», denunciaron. El obispo de Bilbao, Joseba Segura, se detuvo a hablar brevemente con los concentrados.
Sin mensajes en clave
El arzobispo de Barcelona no lanzó mensajes en clave a sus pares para orientar su voto, o al menos no fueron perceptibles. En una tesitura en la que el titular de Valladolid, Luis Argüello, de signo conservador, aparece como el favorito para tomar el testigo del gobierno de la Iglesia española, el cardenal apeló a los mitrados a que elijan a sus responsables «con un absoluto desprendimiento de intereses y estrategias». Dentro de la facción renovadora no termina de emerger un hombre dispuesto a dar el paso y presentarse como alternativa a Argüello. El arzobispo de Madrid, José Cobo, el preferido por el Papa para dirigir la Iglesia española, es consciente de su debilidad y cree que no es el momento adecuado para abanderar el cambio.