Heraldo de Aragón

Siempre haciendo algo

- Estela Puyuelo es profesora de Lengua castellana y Literatura, poeta y etnógrafa

«¡Qué hermoso, llamar palma a la mano abierta!». Se dice que las mujeres siempre estamos haciendo algo, que se nota en las manos ese trabajo nuestro, el ir y venir, como quien ara un campo para sembrar cuidados y cariños que, quizás, cosecharán otros. Realizamos un sinfín de actividade­s que nos hacen volar todo el día de un lado a otro con la intención de cubrir distintas necesidade­s, casi siempre ajenas, cual brujas que intentan llegar «por encima de rama y hoja, a las eras de Tolosa», aunque solo se logre hacerlo, a duras penas, «entre rama y hoja», como recoge el popular cuento aragonés. Antiguamen­te, se recomendab­a a las esposas que, cuando llegara el marido a casa, no las encontrara descansand­o. Así que, al escucharlo entrar, se levantaban, si es que estaban sentadas, y simulaban continuar su trajín de tareas domésticas. Cuando sus hijas se casaban, les daban el mismo consejo. Porque debían casarse con el propósito, además, de tener hijos. El término ‘matrona’ se emplea desde la antigüedad romana para referirse a la mujer legalmente casada y con hijos (hoy la RAE todavía lo define como «madre de familia»), derivado de ‘mater’ que, a su vez, ha dado la palabra ‘matrimonio’. La pervivenci­a de este vocablo, ‘matrona’, de tradición tan antigua, nos lleva a pensar que las mujeres solteras, sin hijos (o, incluso, viudas) han sido sistemátic­amente rechazadas por la sociedad, convertida­s en el chivo expiatorio de los males que acechan a la comunidad: las brujas. Pero, en realidad, su único delito fue estar solas. «Palma, lugar donde se van dibujando en la aguja imprevista de la existencia caminos, valles, senderos, ríos, lagos, silencios y algarabías. Te la doy por mujer».

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