La juventud y el ‘fomo’
Hay quienes recurren al bótox, quienes buscan el elixir de la eterna juventud y los que se interesan por las técnicas de criogenización. Yo, en un desesperado intento por pretender que el tiempo no pasa tan rápido, intento copiar las expresiones de los jóvenes que –por supuesto– no entiendo en su toda dimensión y que –supongo– me hacen parecer un señor mayor y ridículo, sobre todo, si las voy diciendo con la gorra puesta hacia atrás.
Últimamente escucho mucho eso de «pec», «volcar de chorro» o el «me da fomo» y mis aliados traductores del lenguaje ‘arcaico-millennial’ me han explicado que eso del ‘fomo’ responde a las siglas de ‘fear of missing out’, es decir, miedo a perderse las cosas: puede ser un plan, un viaje, un concierto, etc. Muchas veces nos liamos la manta a la cabeza por intentar hacer el máximo número de cosas posible en un ‘por si acaso’ continuo, aunque luego el resultado de este desgaste no sea del todo satisfactorio. El ‘fomo’ requiere mucho esfuerzo, genera no menos ansiedad y empuja irremediablemente hacia la frustración.
Nunca he sido un experto en vivir el presente y quizá sí me haya aproximado más a aquel espejo retrovisor que predicaba Jacques Prévert cuando escribía: «Reconoció la felicidad por el ruido que hacía al marcharse». El caso es que el ‘fomo’ nos lleva a perseguir sin tregua y los momentos de risas y carcajadas, de belleza y alegría no se pueden atrapar, no nos pertenecen, no hay que atosigarlos. Por eso se me antoja que es mejor vivir despacio, sin ansias y sin ‘fomos’. Por eso también creo que fetichizamos en exceso la juventud, aunque esta conclusión llega sólo cuando acechan las arrugas y te descubres con la gorra ‘pa’trás’ frente a un espejo.