Israel refuerza la frontera con Líbano mientras 70.000 civiles dejan la zona
● La población vive con «temor» la posibilidad de una guerra con el país vecino encabezada por Hezbolá, que ha perdido 143 hombres en combate
MADRID. Nahariya aparece en muchas guías turísticas. Situada a la orilla del Mediterráneo es una de las ciudades favoritas para pasar unos días de descanso en Israel. El problema es que su proximidad con la frontera de Líbano, a solo diez kilómetros de distancia, también la ha convertido en una de las capitales del miedo del Estado hebreo. Muchos e sus 65.000 habitantes lo reconocen: «Tenemos miedo. Estamos en una situación de guerra». Y este sentimiento se ha agravado desde el asesinato el martes del jefe político adjunto de Hamás, AlArouri,
en Beirut, ya que miles de israelíes residentes en la muga creen que puede ser la chispa que provoque un enfrentamiento bélico abierto con la milicia libanesa de Hezbolá.
Desde la playa se observan las barcas de pesca meciéndose en la estela de las patrulleras militares israelíes. En el paseo marítimo y las calles caminan civiles portando armas automáticas. Quieren estar preparados por si los rebeldes chiíes cruzan la frontera como hicieron los terroristas de Hamás en la Franja. Algunos incluso visten uniformes militares y ropas de camuflaje. Los vecinos explican que numerosos comercios y restaurantes han cerrado. Sus dueños se han ido a otro lugar. En realidad, se calcula que la exposición a los cohetes lanzados desde el Líbano y el temor a una ofensiva han desplazado ya a 70.000 residentes de los pueblos fronterizos a otras ciudades más resguardadas. En Líbano, también unas 55.000 han decidido marcharse de sus casas.
«La situación es muy mala, triste», afirma un trabajador de 40 años, quien dice que la gente pasa las horas consultando continuamente sus móviles en previsión de que salte una alarma. Cientos de niños tampoco han acudido al colegio «por temor» desde el ataque contra el número dos de Hamás, que Israel prudentemente no se ha adjudicado. Bastantes sospechan que Hezbolá
«guarda un gran arsenal suministrado por Irán» con el que podría desplegar una considerable ofensiva; una opinión que los partidos ultraderechista del Gobierno han difundido con insistencia desde hace meses para acrecentar la amenaza chií.
Más de 150 muertos
La guerra ya está presente en el norte del país. Desde la ofensiva del ejército en Gaza, el intercambio de artillería entre Israel y los miembros de Hezbolá ha sido constante. El fuego transfronterizo se ha cobrado la vida de al menos nueve soldados y cuatro civiles, según datos de las Fuerzas de Defensa, así como de 143 milicianos chiíes. Las mimas fuentes aseguran que en territorio libanés han sido abatidos 19 miembros de otras facciones, fundamentalmente la Yihad, y una veintena de civiles. Tres periodistas también han sido asesinados mientras cubrían las escaramuzas.
Solo entre el miércoles y ayer cayeron al menos quince cohetes en el lado israelí, uno de ellos un misil pesado que impacto cerca de la localidad de Malkia, que vive la mayor tensión prebélica desde 2006. «Vivimos y dormimos con el sonido de las sirenas. Es esta incertidumbre, quien tiene un familiar en el interior que puede acogerle, se marcha», explica un veterano del lugar que lamenta «no tener por desgracia donde irme. Por fortuna, tenemos a muchos soldados que nos defiendan».
El jefe del Estado Mayor, el teniente general Herzi Halevi, realizó ayer una visita a la frontera norte tras la cual aseguró que el ejército se encuentra en un «estado de preparación muy fuerte» y anunció los planes de Defensa de mantener un refuerzo militar incluso después de la guerra para blindar los límites de Israel y prevenir cualquier posibilidad de incursiones futuras como la que llevó a cabo Hamás en el sur contra los kibutz. Ahora mismo, 200.000 soldados escoltados por dos líneas de tanques protegen la divisoria con Líbano,