El BCE podría transformar la cautela en riesgo
El Banco Central Europeo (BCE) no abandona el discurso de ir reunión a reunión. Observa con detenimiento los datos y decide, sin comprometerse previamente, qué nivel de tipos de interés es el necesario en cada momento.
Esta postura, que está siendo común a todo el proceso desinflacionario, es característica de periodos de elevada incertidumbre, como los que ha afrontado recientemente la autoridad monetaria. Después de dos años con la inflación por encima del objetivo, el BCE prefiere pecar de cauto que de triunfalista y amarrar bien el resultado.
Pero aunque no se aparta de esa dinámica, hay varios indicios de que podría ser recomendable que la autoridad monetaria adoptase una reacción más ágil.
El BCE anticipa que la inflación rebotará en el último trimestre de año y lleva avisando desde el comienzo del ejercicio de que la estabilización de los precios encontraría baches en el camino. Pese a ello, hasta la fecha el goteo ha sido decididamente a la baja y la inflación se encuentra virtualmente en la meta (marcó un 2,2% en agosto frente al objetivo del 2%), de hecho se espera que en septiembre se sitúe por debajo.
Es más, el BCE no ha revisado sus proyecciones de inflación, pero sí lo ha hecho –a la baja– con las de crecimiento. La autoridad monetaria espera que la demanda interna frene en los próximos meses al PIB, con lo que se enfriará el componente que más ha contribuido a los precios en términos recientes, la inflación doméstica.
Christine Lagarde, la presidenta, sigue apostando por un mensaje cauto apuntando al peligro del repunte de la inflación del sector servicios (al 4,2% desde el 4% previo), pero lo cierto es que existe un gran factor estacional en ese elemento. Como la propia banquera central apuntó, los paquetes vacacionales han jugado un papel relevante en el incremento.
Los salarios mientras, aunque siguen creciendo a un ritmo elevado, moderan su impulso de forma decidida. La volatilidad en este apartado, tal y como reconoció Lagarde, tendrá relación sobre todo con la recuperación puntual y acotada de poder adquisitivo por la inflación pasada y no con vistas al futuro.
Panorama halagüeño
Todos estos elementos, aunque requieren de una constante vigilancia que el BCE no descuidará en ningún caso, describen un panorama mucho más halagüeño respecto a la inflación que el que pintó ayer el Consejo de Gobierno y que apuntaló Lagarde con sus declaraciones. Aunque la ruta de un recorte por trimestre –siempre que las proyecciones macroeconómicas y el resto de datos lo confirmen– no ha descarrilado, la posibilidad de acelerar el proceso cuenta con argumentos sólidos.
Sobre todo porque la recuperación económica de la región no termina de materializarse como esperan y los mayores riesgos detectados son de un crecimiento menor del esperado por debilidad en las exportaciones, fruto de tensiones comerciales, geopolíticas y de una menor demanda internacional.
El BCE no tiene un mandato dual como el de la Reserva Federal, que vigila tanto la estabilidad de precios como la maximización del empleo. Sin embargo, eso no quiere decir que pueda mantenerse aislado a la evolución económica. Además, si la Fed acelera, el fortalecimiento del euro, que ayer se consolidó por encima de la cota de los 1,10 dólares, también aportará restricción monetaria.
El banco central ha reconocido ya en varias ocasiones que esperar a tener la confianza absoluta en la inflación solamente se traducirá en tener certeza en que se ha pasado de frenada. Esto es especialmente relevante teniendo en cuenta el desfase con el que las decisiones de política monetaria llegan a la economía. De esta forma, la cautela bienintencionada del BCE podría acabar haciendo más daño del necesario.
Se estima que el tipo neutral, que ni estimula ni lastra la actividad, está todavía más de un punto porcentual por debajo de los niveles actuales. Por ello, todo apunta a que hay margen para ajustar sin miedo el precio del dinero y apostar por la prudencia y la progresividad más tarde, cuando los tipos se vayan acercando a esa cota.
Hacerlo al revés podría acabar convirtiendo la cautela en riesgo.