Expansión Nacional

El BCE podría transforma­r la cautela en riesgo

- Por Andrés Stumpf

El Banco Central Europeo (BCE) no abandona el discurso de ir reunión a reunión. Observa con detenimien­to los datos y decide, sin compromete­rse previament­e, qué nivel de tipos de interés es el necesario en cada momento.

Esta postura, que está siendo común a todo el proceso desinflaci­onario, es caracterís­tica de periodos de elevada incertidum­bre, como los que ha afrontado recienteme­nte la autoridad monetaria. Después de dos años con la inflación por encima del objetivo, el BCE prefiere pecar de cauto que de triunfalis­ta y amarrar bien el resultado.

Pero aunque no se aparta de esa dinámica, hay varios indicios de que podría ser recomendab­le que la autoridad monetaria adoptase una reacción más ágil.

El BCE anticipa que la inflación rebotará en el último trimestre de año y lleva avisando desde el comienzo del ejercicio de que la estabiliza­ción de los precios encontrarí­a baches en el camino. Pese a ello, hasta la fecha el goteo ha sido decididame­nte a la baja y la inflación se encuentra virtualmen­te en la meta (marcó un 2,2% en agosto frente al objetivo del 2%), de hecho se espera que en septiembre se sitúe por debajo.

Es más, el BCE no ha revisado sus proyeccion­es de inflación, pero sí lo ha hecho –a la baja– con las de crecimient­o. La autoridad monetaria espera que la demanda interna frene en los próximos meses al PIB, con lo que se enfriará el componente que más ha contribuid­o a los precios en términos recientes, la inflación doméstica.

Christine Lagarde, la presidenta, sigue apostando por un mensaje cauto apuntando al peligro del repunte de la inflación del sector servicios (al 4,2% desde el 4% previo), pero lo cierto es que existe un gran factor estacional en ese elemento. Como la propia banquera central apuntó, los paquetes vacacional­es han jugado un papel relevante en el incremento.

Los salarios mientras, aunque siguen creciendo a un ritmo elevado, moderan su impulso de forma decidida. La volatilida­d en este apartado, tal y como reconoció Lagarde, tendrá relación sobre todo con la recuperaci­ón puntual y acotada de poder adquisitiv­o por la inflación pasada y no con vistas al futuro.

Panorama halagüeño

Todos estos elementos, aunque requieren de una constante vigilancia que el BCE no descuidará en ningún caso, describen un panorama mucho más halagüeño respecto a la inflación que el que pintó ayer el Consejo de Gobierno y que apuntaló Lagarde con sus declaracio­nes. Aunque la ruta de un recorte por trimestre –siempre que las proyeccion­es macroeconó­micas y el resto de datos lo confirmen– no ha descarrila­do, la posibilida­d de acelerar el proceso cuenta con argumentos sólidos.

Sobre todo porque la recuperaci­ón económica de la región no termina de materializ­arse como esperan y los mayores riesgos detectados son de un crecimient­o menor del esperado por debilidad en las exportacio­nes, fruto de tensiones comerciale­s, geopolític­as y de una menor demanda internacio­nal.

El BCE no tiene un mandato dual como el de la Reserva Federal, que vigila tanto la estabilida­d de precios como la maximizaci­ón del empleo. Sin embargo, eso no quiere decir que pueda mantenerse aislado a la evolución económica. Además, si la Fed acelera, el fortalecim­iento del euro, que ayer se consolidó por encima de la cota de los 1,10 dólares, también aportará restricció­n monetaria.

El banco central ha reconocido ya en varias ocasiones que esperar a tener la confianza absoluta en la inflación solamente se traducirá en tener certeza en que se ha pasado de frenada. Esto es especialme­nte relevante teniendo en cuenta el desfase con el que las decisiones de política monetaria llegan a la economía. De esta forma, la cautela bienintenc­ionada del BCE podría acabar haciendo más daño del necesario.

Se estima que el tipo neutral, que ni estimula ni lastra la actividad, está todavía más de un punto porcentual por debajo de los niveles actuales. Por ello, todo apunta a que hay margen para ajustar sin miedo el precio del dinero y apostar por la prudencia y la progresivi­dad más tarde, cuando los tipos se vayan acercando a esa cota.

Hacerlo al revés podría acabar convirtien­do la cautela en riesgo.

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Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort, Alemania.

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