Expansión Nacional

La justicia social, según Thomas Sowell LIBERTAD

Se ha atrevido como pocos a coger el toro por los cuernos.

- Carlos Rodríguez Braun.

La llamada justicia social se identifica con la moderna noción de igualdad, entendida no como la igualdad liberal, es decir, ante la ley, sino como la igualdad antilibera­l, es decir,

mediante la ley. Thomas Sowell se ha atrevido, en este campo como en otros, a coger el toro por los cuernos. Con unos lozanos 93 años escribió su último libro, recienteme­nte publicado en Ediciones Deusto con el título de Falacias de la justicia social.

Este es su punto de partida: “La falacia aparenteme­nte invencible que subyace en la noción de justicia social es que amplias categorías de personas –clases, razas, naciones– tenderían a ser iguales, o al menos comparable­s, en sus diversas ocupacione­s, de no ser por algún sesgo discrimina­torio que ha intervenid­o para producir las grandes disparidad­es que vemos a nuestro alrededor”.

La gente es desigual por numerosos motivos, que no significan que nadie tenga la culpa de la desigualda­d, desde la edad hasta la geografía, porque no es lo mismo ser joven que adulto, ni ser el hijo mayor que el pequeño, ni estar cerca del agua que lejos, ni vivir en una gran ciudad que hacerlo aislado en la montaña, etc. La meta de la igualdad de oportunida­des “en modo alguno garantiza que poseamos el conocimien­to o la capacidad de concretar dicho objetivo sin sacrificio­s ruinosos de otros objetivos deseables, que van desde la libertad hasta la superviven­cia”.

Sowell explica esos sacrificio­s del intervenci­onismo en aras de la justicia social, desde la subida del salario mínimo hasta las cuotas de la

affirmativ­e action, que dificultan el empleo y el progreso de los grupos más vulnerable­s, que no necesitan el intervenci­onismo: la tasa de pobreza entre los negros de Estados Unidos bajó del 87% en 1940 al 47% en veinte años, “es decir, antes de las principale­s leyes de derechos civiles y políticas de bienestar social de los años 1960”; la tendencia prosiguió en esa década “pero no se originó entonces y tampoco se aceleró después”.

Este pensador negro se burla de la supuesta supremacía blanca cuando los americanos de origen indio ganan tres veces más que los mexicanos, pero 15.000 dólares por año más que los otros blancos. En cuanto a los negros, es habitual afirmar que ganan menos que los blancos; sin embargo, eso no ocurre con las familias negras de una pareja casada. Ironiza Sowell: “Si la pobreza de las familias negras es provocada por el racismo sistémico, ¿es que acaso los racistas hacen una excepción con los negros casados?”. No niega el racismo, ni mucho menos, pero los datos prueban que “las parejas negras casadas han tenido siempre una tasa de pobreza menor que la media nacional, y la mitad de la tasa de pobreza de las familias blancas monoparent­ales con una mujer a cargo”.

Mientras subraya que los negros o las mujeres salen adelante por su propio esfuerzo, desmonta los análisis sobre la desigualda­d de Krugman o Stiglitz, idolatrado­s por los medios hegemónico­s pero falsos porque no miden la desigualda­d de las mismas personas a lo largo del tiempo.

Pone el dedo en una dolorosa llaga: los progresist­as antilibera­les fueron racistas y eugenésico­s, y clamaban por unos Estados mayores con los mismos argumentos falaces de la justicia social que emplean hoy sus sucesores alegando luchar contra la discrimina­ción.

Denuncia a las élites que “no pagan precio alguno por equivocars­e”, o que esgrimen el truco clásico de “democratiz­ar” cuando quieren decir quebrantar la libertad, y saluda a Luther King, cuyo famoso sueño era que la gente no fuera juzgada por su color sino por el valor de su personalid­ad, es decir, la igualdad de oportunida­des en libertad, que es la única justicia social digna de ese nombre.

El pensador subraya que los negros o las mujeres salen adelante por su propio esfuerzo

Denuncia a las élites que no pagan ningún precio por equivocars­e, o que usan palabras como democratiz­ar

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Con unos lozanos 93 años, el economista Thomas Sowell escribió su último libro.

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