Su actitud combinaba la autoridad y la indulgencia, lo que le permitió sofocar revueltas y conspiraciones
miento era proverbial, y siempre lideraba desde el frente, incluso en combate.
Para este historiador romano, además, su prestigio y éxito social –propio de quien, procediendo del ámbito patricio y estando emparentado con él se presentó como el más popular de todos los romanos– se basó en cualidades que siempre se señalan como esenciales en todo líder: su elocuencia y su talento; su moderación y su clemencia, incluso “después de sus triunfos”; su leal y considerada relación con sus amigos y colaboradores, que Suetonio resume con las palabras “celo y fidelidad” y que, por supuesto, no iba reñida con un deseo de no trabar nunca hondas enemistades. César exigía mucho, tanto de sus hombres como de sus aliados políticos, como Pompeyo y Craso, con quienes formó el primer triunvirato en el año 60 a.C. Su actitud combinaba la “autoridad” y la “indulgencia”, lo que le permitió sofocar revueltas y conspiraciones, excepto la que finalmente le costó la vida en el 44 a.C., cuando fue apuñalado a los pies de la estatua de Pompeyo.
Pese a su contrastada capacidad de gestión y esa más que probada mentalidad estratégica –que tenía en la gestión del Estado, más que en su propia salud, su principal obsesión, como afirma Suetonio– la propuesta reformista de César fracasó y quedó truncada. También Suetonio da las razones que invitan a la reflexión. Para este historiador romano la “arrogancia” y el “abuso de poder” –este último ejercido no sólo por el dominio militar, también por la corrupción judicial– fueron las causas de su triste final que, sin embargo, contribuyó también a engrandecer una de las más sublimes páginas de la historia.
Catedrático de Historia Antigua y director del Diploma de Arqueología Universidad de Navarra