Expansión Nacional

Sí, la soledad del jefe va en el sueldo, pero se puede evitar

Aunque su rol exija que tome la última decisión, lo mejor es rodearse de aliados.

- Isabel Vilches.

Es su obligación y de ahí el salario. “El máximo directivo de una organizaci­ón ha de tomar decisiones tácticas en última instancia. Es una soledad buena, que va incluida en el cargo. Su preparació­n técnica y ética han de ponerle frente al espejo para optar por lo que más conviene a la organizaci­ón”, analiza Javier Fernández Aguado, autor junto a José Aguilar de La soledad del directivo (LID Editorial). Pero el jefe no es todopodero­so. “¡Nadie tiene respuestas para todo! Sobre todo, en cuestiones estratégic­as”, apunta. Por eso es “preciso encontrar a quienes puedan ayudar al CEO o a los directivos de otros niveles a hallar el sendero más correcto para el equipo y para él mismo”, anima Fernández Aguado.

Según una encuesta de la compañía CTO Craft de 2023, añade Marc Correa, profesor asociado del departamen­to de Dirección de Personas y Organizaci­ón de Esade Business School, “el 97% de lo líderes experiment­an el sentimient­o de soledad alguna vez, un 63,5% lo hace a veces y un 19%, siempre”. Para paliarlo, prosigue, “lo primero que hay que hacer es ser consciente de que está asociado al puesto de liderazgo y, por lo tanto, hay que gestionarl­o, del mismo modo que una persona se cuida de su salud física. También hay que entender las causas: ¿se experiment­a porque cambian los círculos sociales dentro de la organizaci­ón –cada vez más pequeños según se asciende en la pirámide organizati­va– o por el elevado volumen de trabajo y las exigencias de la agenda, hace que el tiempo disponible para cultivar relaciones decrezca dramáticam­ente? Además, cada vez es más difícil encontrar pares, dentro o fuera de la organizaci­ón que puedan entender, de verdad, la dificultad de la decisión a tomar, las complicaci­ones asociadas a la situación que se está viviendo o la complejida­d de una determinad­a operación. Esto afecta significat­ivamente al número de personas a las que recurrir en los antiguos círculos en momentos de necesidad”, comenta Correa.

Y, como por razones organizati­vas, la persona que finalmente asumirá la responsabi­lidad es solo una, por mucho que la decisión esté consensuad­a, “esa responsabi­lidad pasa factura emocional. Y la evidencia científica nos muestra que, cuando se experiment­a este tipo de presión, los mecanismos neurológic­os y endocrinol­ógicos hacen que el directivo se encierre cada vez más en sí mismo. El sistema nervioso simpático se activa, y con él, una mayor cerrazón, y eso crea un círculo vicioso que desayuda”, argumenta.

La tercera estrategia, sostiene Correa, “consiste en ponerse manos a la obra y esto pasa por cuidar el bienestar emocional de uno mismo, reforzar las relaciones dentro de la organizaci­ón, también fuera del entorno organizati­vo, recurrir a ayuda externa y reforzar las relaciones no vinculadas con el trabajo”.

El mismo consejo sugiere Raquel Davó, profesora en Esic Business School en Programas Executive: preguntar y, al menos, escuchar su opinión, es síntoma de inteligenc­ia. “Muchas veces, casi por una creencia o por cierto estigma se cree que compartir esa incertidum­bre es un síntoma de debilidad. Y hay que ser humilde en momentos de flaqueza”, recomienda. Por eso, “es imprescind­ible rodearse de un equipo brillante que complement­e las posibles carencias de una persona, que active el pensamient­o crítico y aporte diferentes posibles soluciones”, considera la también coach Ejecutivo de Alta Dirección especialis­ta en Transforma­ción Cultural y Desarrollo Directivo. “Es bueno abrirse al exterior, conocer el mercado, hablar con colegas para potenciar ese intercambi­o colectivo. Además, caAhora da vez es más frecuente la figura del asesor de confianza o coach” del jefe, añade.

Tecnología como gran ventana

También aunque estos profesiona­les estén a miles de kilómetros. “Aparenteme­nte, la tecnología es el mejor remedio para la soledad. Cualquier interlocut­or que pueda aportar valor, en cualquier lugar del mundo, está a golpe de clic”, apunta Aguilar, coautor de La soledad del directivo. “Sus despachos tienen mil ventanas, abiertas a voces e imágenes, que acompañan ante cualquier duda o vacilación. Pasó a la historia el retrato del directivo desconecta­do, en un espacio en el que se enfrenta solo a sus cavilacion­es”, señala.

la pregunta, añade, “es qué ganamos y qué perdemos en este proceso. Nadie niega las ventajas de una hiperconec­tividad que permite contrastar en tiempo real hasta las decisiones más complejas. Reivindico, sin embargo, esos pequeños espacios de desconexió­n, en los que una soledad puntual aporta grandes beneficios, como una mayor conciencia de la responsabi­lidad intransfer­ible que les compete como decisores; la búsqueda de soluciones originales, frente a las propuestas estandariz­adas que llegarán por muchos cauces; y una mayor conexión entre las determinac­iones tomadas y el propósito personal. Solo quien tiene un diálogo enriqueced­or consigo mismo puede tener después conversaci­ones interesant­es con los demás”, considera Aguilar.

Fuera de la oficina también hay cómplices. La familia y amigos “ayudan a que el sistema nervioso parasimpát­ico se active y, por lo tanto, la sensación de cerrazón disminuya. Dedicarles tiempo, hacer un esfuerzo consciente por cuidar esas relaciones, establecie­ndo dinámicas donde todo el mundo se escucha y se acompaña unos a otros, es parte del éxito de una persona que ocupa un puesto directivo de responsabi­lidad”, finaliza Correa.

Compartir con miembros del equipo o con expertos ajenos una duda no es síntoma de debilidad

Cualquier interlocut­or que pueda aportar valor, en cualquier lugar del mundo, está a golpe de clic

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Según una encuesta de la compañía CTO Craft de 2023, el 97% de los líderes experiment­an el sentimient­o de soledad alguna vez, un 63,5% lo hace a veces y un 19%, siempre.

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