El PP de Feijóo gana las europeas pero Sánchez prolonga la agonía del PSOE
EL PP GANÓ LAS EUROPEAS CON CUATRO PUNTOS Y 700.000 VOTOS DE DIFERENCIA CON EL PSOE. EL PP TOMA DISTANCIA A PESAR DE QUE VOX NO CEDE, LO QUE DEMUESTRA QUE MUCHO VOTANTE TRADICIONAL SOCIALISTA VOTA YA A FEIJÓO.
El Partido Popular ganó ayer las elecciones europeas con cuatro puntos y 700.000 votos de ventaja sobre el PSOE. En las últimas elecciones generales la ventaja del PP fue de solo 1,4 puntos y 340.000 votos, con lo que los resultados de ayer confirman la tendencia al alza de los populares y también el agravamiento de la agonía del PSOE. Se da la circunstancia de que el crecimiento del PP se ha producido a pesar de la subida también de Vox, lo que significa que buena parte del voto tradicional socialista está abandonando a Sánchez para votar a Feijóo. Y eso se notó en casi todos los territorios. El PP ganó ayer también en Castilla La Mancha y Asturias, dos de los pocos feudos en los que aún gobiernan los socialistas. Con los resultados de ayer el PP obtiene 22 eurodiputados (nueve más que en las pasadas elecciones europeas de 2019) y el PSOE 20 (uno menos). En cualquier caso, Sánchez logra mantener el tipo gracias a fagocitar parte del voto de sus socios de extrema izquierda, a los que está robando el espacio electoral. Con los resultados de ayer, la suma de Sánchez y todos los grupos que hoy le dan respaldo estarían en minoría.
En el PSOE venían lanzando en las últimas semanas una auténtica llamada de auxilio. “Nos jugamos mucho”, era la frase más repetida entre los socialistas para intentar movilizar el voto de toda la izquierda a su favor. Lo cierto es que ayer quien más se jugaba era Sánchez. Con el PSOE desangrándose territorialmente en cada cita electoral, la victoria en Cataluña había otorgado una tregua al socialismo, que esperaba ayer un milagro para frenar la tendencia. No ocurrió. La estrategia de Sánchez de victimizarse y poner a su esposa y sus sospechas de corrupción en el centro del plebiscito sobre su continuidad tenía un importante inconveniente. Buena parte de la militancia se sumaba a la campaña del líder del PSOE, pero ese no tenía por qué ser el caso de muchos votantes que en el pasado habían confiado en el Partido Socialista pero que empiezan a tomar distancia. Mucho votante que tradicionalmente ha optado por el Partido Socialista aún no ha perdonado a Sánchez la concesión de la amnistía a los líderes separatistas después de haber prometido que nunca habría una amnistía. Y tampoco le han perdonado aún todas las concesiones al nacionalismo. Y por supuesto no entiende que Sánchez se haya parapetado detrás de una actuación tan polémica de su esposa sin dar ninguna explicación y lanzando un furibundo ataque contra los jueces y la prensa. Todo esto era motivo suficiente para que muchos se desmovilizaran y otros optaran por votar directamente a Alberto Núñez Feijóo. Y todo esto a pesar de la alerta desesperada para combatir a la ultraderecha lanzada desde Ferraz. Tanto ha abusado el Gobierno del recurso del miedo a la ultraderecha que la gente ha empezado a desconectar las alarmas, sospechando que están trucadas.
Si el objetivo de Moncloa es parar a la ultraderecha, muchos de los votantes socialdemócratas que tradicionalmente han votado socialista no entienden por qué esto no se hace forjando alianzas en el centro. Y no entienden por qué el que hasta no hace mucho era su partido se ha echado en brazos de la ultraizquierda y el nacionalismo, con un discurso guerracivilista y un modelo de estado que prioriza al separatismo y que atenta contra la solidaridad interterritorial, que hasta no hace tanto era seña de identidad de la socialdemocracia. El socialismo pierde pie porque muchos votantes creen ya que Sánchez no les representa.
En las últimas semanas en el PSOE se han empeñado en vender que venían remontando, según algunos sondeos, desde unas distancias que nunca fueron reales. Algunas encuestas llegaron a dar hasta diez puntos de ventaja al PP. Pero esto era solo una entelequia. La realidad es que en 2019 el PSOE obtuvo 20 representantes y el 32,86% de los votos y el PP tan solo 12 vocales y el 20,15%. Esos más de 12 puntos era la distancia objetiva entre los socialistas y los populares. Las encuestas y las expectativas han servido estos días a Sánchez y a su equipo para defender la idea del empate como un gran resultado, pero no lo es. Cualquier tiempo reciente pasado en el PSOE fue mejor y el deterioro al que el sanchismo está sometiendo al PSOE es real, aunque quizás no tan rápido como desearían los populares. A ralentizar su propia agonía está contribuyendo también la capacidad de Sánchez para fagocitar todo a su izquierda, con una radicalización de su mensaje. Sánchez se mantiene a costa de debilitar a sus propios socios, lo que supone un pobre bagaje teniendo en cuenta que cada vez tiene menos aliados para el futuro. Para el PP de Núñez Feijóo el problema es más de intensidad que de tendencia. Los populares se siguen distanciándose cada vez más de PSOE y consolidándose como una alternativa sólida si ahora se celebraran unas generales, pero la resistencia de Vox, beneficiada por una cada vez mayor polarización propiciada desde el Gobierno, está impidiendo que el centro derecha se dispare electoralmente. Los resultados quizás sean insuficientes para provocar la renuncia de Sánchez, pero las tendencias son incuestionables.
Por lo demás, muchos españoles prefirieron quedarse ayer tarde viendo la final de Roland Garros entre Zverev y Carlitos Alcaraz antes que acercarse a votar. Europa no acaba de despertar el interés de millones de españoles que no alcanzan a entender la profundidad del proyecto y de qué manera afecta a su vida. Esto ha sido una constante que ha provocado que la participación histórica no logre en muchas ocasiones superar el 50%. Además de eso hay muchos españoles que empiezan a sentir un cierto hartazgo y una clara desafección con la clase política, a la que ven incapaz de conectar con sus problemas.
Sánchez aguanta a costa de fagocitar el voto de sus socios, pero cada vez tiene menos poder territorial