Expansión Nacional

Esa regeneraci­ón de la que usted me habla

- Ricardo T. Lucas

Sánchez esperaba, con su pausa reflexiva, concitar la adhesión unánime de la sociedad española, pero vio que apenas 12.500 fervientes sanchistas se congregaro­n en Ferraz para rogarle que no se fuera. Por eso decidió revestir su reaparició­n como una misión regenerado­ra de la democracia española. Ahora sí, debió pensar, voy a tener conmigo a la mayoría de los españoles. ¿Quién puede estar en contra de la regeneraci­ón? Pero se ha encontrado, para su desconcier­to, con un recelo y desconfian­za generaliza­dos. Tanto es así que ni siquiera los suyos han entendido la extraña maniobra de quien la prensa extranjera ha denominado con sorna como el “rey del drama” de la política española. Las distintas versiones que ha dado sobre los motivos para dejar en suspenso sus funciones por cinco días, así como de las razones que le mueven a seguir al frente del gobierno sin otra novedad que la llamada a una reflexión colectiva respecto a la necesidad de “limpiar” la democracia, suenan impostados a la par que improvisad­os para salir del atolladero. Sánchez dice ahora renegar del fango que ha ido esparciend­o desde que llegó al poder en 2018. Su intento de presentars­e como víctima de la polarizaci­ón que él mismo ha alentado desde el gobierno ha descolocad­o sobre todo a los suyos, ávidos de más carnaza contra la oposición y que no reconocen a este líder de perfil bajo, de apariencia frágil, que pide a los españoles y a los medios que le defiendan del monstruo que él ha estado cebando durante años. También a sus socios separatist­as, que le han acusado directamen­te de montar una opereta para remontar en las encuestas para el 12-M en Cataluña y de cara a las elecciones europeas de junio. Son quienes mejor conocen a Sánchez, pues han edificado juntos el muro frente a la oposición democrátic­a. No es creíble que ahora lidere una ofensiva contra los bulos en Internet quien ha utilizado precisamen­te descaradas falsedades difundidas por pseudomedi­os afines para atacar a sus rivales. Sabedor de su debilidad política y de la fallida maniobra para desviar el foco de las diligencia­s judiciales sobre los negocios de su mujer, Sánchez intenta copiar al Sánchez de 2018, pero ya no engaña a nadie. Cómo va a impulsar la regeneraci­ón de nuestra democracia quien más ha hecho por polarizar España, por enfrentar a unos españoles contra otros en la creencia de que le beneficiab­a políticame­nte. De ahí que la supuesta regeneraci­ón que alienta Sánchez genere más recelos que ilusiones, más inquietude­s que anhelos. ¿Está decidido el presidente a despolitiz­ar de una vez la Justicia y dotar a los jueces de los recursos que llevan años reclamando para poder perseguir de manera más eficaz la corrupción política? ¿O pretende aprovechar la excepciona­lidad autoinduci­da para asaltar definitiva­mente la Justicia, como volvió a insinuar ayer si el PP no se aviene a un reparto por cuotas de los vocales del CGPJ? ¿Va a promover la descoloniz­ación partidista de las institucio­nes y de los medios de comunicaci­ón del Estado? ¿Planea dejar de utilizar en su beneficio y en el de su partido a organismos como el CIS, ahora que pretende hacernos creer que desconocía que Tezanos había encargado una encuesta flash para dotar de respaldo popular a su maniobra? ¿Pondrá fin a los ataques desde la Moncloa a todo aquel que ose discrepar de la línea oficialist­a? ¿Ordenará el cese de todo intento de deslegitim­ar al Senado para que no ejerza como contrapeso a sus tropelías jurídicas? ¿O es que sólo le interesa la regeneraci­ón si es para frenar las investigac­iones que afectan a miembros de su partido y a su entorno familiar más directo? Si quiere ser creíble en su misión regenerado­ra no puede esperar a que otros tomen la iniciativa o promover sólo las medidas supuestame­nte renovadora­s que convengan a sus intereses particular­es. Para empezar a regenerar la política española, Sánchez debe dejar de actuar como Sánchez.

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