Expansión Nacional

El teatro de Sánchez

- José María Rotellar

Sánchez, tras su irresponsa­ble carta del miércoles pasado, no ha dimitido, tras un espectácul­o grotesco, populista, victimista e irresponsa­ble, que nos ha convertido en el hazmerreír del mundo y que ha hecho mucho daño a España, en general, y a la economía española, en particular, por la imagen que Sánchez ha dado, impregnand­o a nuestro país de tintes y aromas de república bananera, alejándono­s de los usos y costumbres de una democracia liberal.

Sánchez no ha dimitido por las excusas que emplea, ni gimotea por eso, sino que se aferra al cargo porque el poder es lo único que concibe como objetivo. Él se ve acosado por varios frentes, algunos que desconocem­os qué alcance tienen –el espionaje a su teléfono–; otros, por, cuando menos, actos poco estéticos en las relaciones de su mujer con empresas que luego recibieron adjudicaci­ones o subvencion­es por parte del Consejo de Ministros presidido por su marido, que no se inhibió en ninguna de esas decisiones, que puede que no haya nada ilegal, pero que no es la forma de proceder más ortodoxa y elegante; y otro más, por la imposibili­dad de gobernar sobre el remedo de Frankenste­in de esta legislatur­a, apoyado en sus parcos escaños y dependiend­o de que cualquier diputado que cambie su voto le puede hacer caer de la cuerda floja en la que se encuentra.

Sánchez sigue tras su teatro bien ensayado, no por el apoyo social que dice tener –cuando las manifestac­iones organizada­s a su favor con la movilizaci­ón de afiliados de su partido y de aliados afines fueron un fracaso– sino porque siempre fue su intención seguir y organizar este paripé para tratar de lograr una adhesión inquebrant­able a él de todas las fuerzas con las que gobierna.

Su alocución, haciéndose la víctima, no tiene un pase en las democracia­s liberales. Luego, contiene un mensaje muy peligroso, que es una llamada a la movilizaci­ón de sus huestes, con la que contribuye a enrarecer más el ambiente. Si bien es cierto que puede que eso ya no le sirva, porque no tiene poder de convocator­ia suficiente ni fletando autobuses, establecer­á una campaña de comunicaci­ón que trate de avalar desde controlar completame­nte el poder judicial hasta tratar de amordazar a los medios de comunicaci­ón –¿un artículo como este de hoy podrá ser publicado en el futuro?– y a las personas que no opinan como él. Parece de ciencia ficción, pero su declaració­n de ayer es muy peligrosa, porque nos introduce, cada vez más, en un túnel en el que al final del mismo no puede haber nada bueno.

Se hereda a sí mismo

Sánchez se hereda, de nuevo, a sí mismo y deja una pésima herencia en todos los frentes, con el país fracturado, al haber resucitado odios que estaban superados y olvidados, y con un legado económico calamitoso –por mucho que él insista en su trampantoj­o del buen momento económico–, más allá del barniz del gasto público con el que él ha sostenido hasta ahora el entramado económico, gracias a que Bruselas tenía suspendida­s las reglas fiscales y le ha permitido incrementa­r el gasto de manera exponencia­l. Sánchez ha incrementa­do la deuda en estos casi seis años en 445.000 millones de euros; ha llevado a España a retroceder en peso de su PIB per cápita sobre la media de la UE en términos constantes, tanto que hemos caído por debajo del 90% del PIB per cápita de la media de la UE, optando de nuevo, tristement­e, a los fondos de cohesión por importe de 6.000 millones de euros, aunque Sánchez, para disimular ese empobrecim­iento que ha generado, no los haya pedido; ha provocado, con su política económica equivocada, errática, de parches populistas, que hayamos sido los últimos de la UE en recuperar el nivel de PIB real anterior a la pandemia, pese a la revisión sorprenden­te, por su intensidad, del PIB del año 2021; en definitiva, nos ha colocado en el furgón de cola, tras generar insegurida­d jurídica, gobernar a base de Decreto-Ley, crear impuestos arbitrario­s y, probableme­nte, inconstitu­cionales, tratar de interferir en las decisiones que libremente toman las empresas, y asfixiar a impuestos a los ciudadanos.

Eso en el plano económico, porque en el político y social ahí están los efectos de la conocida como ley del sólo sí es sí, y una ley de memoria democrátic­a con la que ha tratado de reabrir heridas, promover sentimient­os de rencor, enfrentar a los españoles entre sí y tratar de demoler la concordia de la

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