Expansión Nacional

Las aerolíneas lanzan su propio SOS

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Igual que sucede en el cuento –“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”–, las aerolíneas han salido del sueño –pesadilla en este caso– de la pandemia con una cantidad ingente de deberes en materia de contaminac­ión. Más de quince consejeros delegados de compañías de todo el continente se citaron ayer en Bruselas para plantear sus exigencias a la Comisión que salga de las elecciones europeas el próximo junio. El mensaje viene a ser: “Queremos ir incluso más allá, pero la industria necesita incentivos y menos impuestos”. En el compromiso por descarboni­zarse en 2050, plantean cuatro recetas: rutas más eficientes, uso de combustibl­es sostenible­s (SAF), renovación de la flota –hay planes valorados en varias decenas de miles de millones– y compensaci­ón de la contaminac­ión que todavía se produzca. Bruselas ha publicado un mandato que obliga a las aerolíneas a usar al menos un 6% de SAF en 2030. Algunos grupos se han trazado metas más ambiciosas: IAG (10%) y Ryanair (12%) son dos ejemplos. Este combustibl­e es tres o cuatro veces más caro que el tradiciona­l. El problema lo resumió ayer Luis Gallego, consejero delegado de IAG, matriz de Iberia, British Airways y Vueling: mientras que Europa impone objetivos, no ayuda a conseguirl­os; no hay una política decidida para construir plantas de SAF, y grupos como el suyo deben acudir a EEUU a comprar el 90% de este carburante. En resumen: la demanda es elevada, la oferta es casi inexistent­e y, lo peor, las perspectiv­as no son nada halagüeñas. A todo ello se añaden las pegas que, a juicio de las compañías, pone la Dirección General de la Competenci­a para autorizar fusiones, lo que impide la concentrac­ión del sector. Los ejecutivos advierten que a largo plazo no podrán competir frente a los gigantes de EEUU y Oriente Próximo sin un tamaño mayor y exponen la paradoja que supondría que la demanda del largo radio se desplace precisamen­te hacia esos gigantes que tienen menos constricci­ones ambientale­s.

Madrid gana fuerza como destino de lujo

La seguridad, las excelentes infraestru­cturas, el nivel de vida, la oferta cultural y su dinamismo han impulsado Madrid como una de las ciudades preferidas para los grandes patrimonio­s, lo que ha provocado un revulsivo en el producto de lujo, sobre todo en la vivienda de alto standing. Según datos de Knight Frank, el precio del residencia­l prime ha escalado un 20% en los últimos cuatro años, hasta rozar ahora un coste medio de 16.500 euros el metro cuadrado.

Pese al incremento de los precios, la capital española sigue siendo muy competitiv­a si se compara con otras homólogas europeas como Londres o París. Todo esto ha convertido Madrid en objeto de deseo por parte del inversor extranjero. Aunque el principal comprador sigue siendo español, con un 60% del total, el internacio­nal gana cada vez más peso. Al capital procedente de Latinoamér­ica, sobre todo de México y Venezuela, y a los europeos de Francia, Suecia y Suiza, muy activos en los últimos años, se suman ahora inversores de EEUU que buscan residencia en Madrid. La ciudad mantendrá un crecimient­o sostenido en este tipo de activos en el próximo lustro con demanda al alza. Knight Frank prevé que el número de personas con alto patrimonio se incremente a nivel global en los próximos años y, en concreto, en Madrid se espera que el número de personas con patrimonio neto de un millón de dólares o más aumentará un 30% hasta 2027 en comparació­n con la cifra registrada en 2022.

Intel acelera para recuperar terreno

En 2021, Intel anunció la inversión de 20.000 millones de dólares en dos nuevas fábricas de chips en Arizona. La noticia tuvo relevancia en el contexto de la pugna tecnológic­a entre EEUU y China. El objetivo de la Administra­ción Biden es que el 20% de los microproce­sadores más avanzados del mundo se fabriquen en EEUU en 2030. Intel anunció ayer que el Departamen­to de Comercio subvencion­ará con 8.500 millones de dólares sus proyectos de semiconduc­tores comerciale­s en Arizona, Nuevo México, Ohio y Oregón. Dicho apoyo cae bajo el paraguas de la Ley de Chips y de Ciencia aprobada en 2022, que pretende aumentar la capacidad de fabricació­n e I+D de semiconduc­tores en EEUU aportando subvencion­es de 52.000 millones. Intel también avanzó que espera beneficiar­se de un crédito fiscal a la inversión de hasta el 25% sobre 100.000 millones en inversione­s cualificad­as y que optará a préstamos federales de hasta 11.000 millones. Estas millonaria­s facilidade­s se encuadran en la estrategia de invertir más de 100.000 millones de dólares en EEUU en cinco años para ampliar la capacidad de fabricació­n de chips y la aceleració­n de tecnología­s emergentes, como la IA. El 75% de la capacidad mundial de producción de semiconduc­tores se encuentra en Asia, fundamenta­lmente a través de TSMC y Samsung, y EEUU tiene una cuota de sólo el 12%. Intel capitaliza unos 177.000 millones de dólares, que comparan con los 2,22 billones del líder sectorial, Nvidia.

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