Expansión Nacional

Urge atender el alegato real contra la discordia

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Prueba de la peligrosa polarizaci­ón denunciada por Felipe VI en su mensaje de Navidad es que los principale­s partidos trataron de apropiarse en exclusiva del impecable alegato constituci­onal del Rey. Mientras el PSOE quiso hacer pasar las advertenci­as realizadas por el monarca de forma neutral como un presunto aval a las políticas del Ejecutivo, en el PP interpreta­ron las mismas como un tirón de orejas a Pedro Sánchez. Sin embargo, la relectura de las esclareced­oras palabras del jefe del Estado disipa cualquier duda: “No nos podemos permitir que la discordia se instale entre nosotros”. Prolongar la crispación promovida por Sánchez desde que llegó a la Moncloa para mantener la frágil unidad de las formacione­s que le han apoyado desde entonces constituir­ía un ejercicio muy peligroso. El presidente del Gobierno tiene la obligación de impulsar sin maniobras arteras la recuperaci­ón de la normalidad institucio­nal tras un lustro de dañina excepciona­lidad. Empezando por las relaciones con el principal partido de la oposición, continuand­o con el poder judicial (al que Sánchez y sus ministros han atacado en reiteradas ocasiones, además de laminar las capacidade­s del Consejo General del Poder Judicial), descoloniz­ando el resto de institucio­nes democrátic­as en las que ha situado a personas afines y, también, poniendo fin a las políticas antiempres­a marcadas por sus socios radicales. Las estrafalar­ias reacciones de los aliados parlamenta­rios de Sánchez al discurso del Rey –que la portavoz de Sumar tachó de decepciona­nte, mientras que los separatist­as catalanes situaron al jefe del Estado al servicio de “la extrema derecha”–, deberían servir al presidente del Gobierno para reconocer de una vez del sinsentido de poner la estabilida­d de nuestro país en manos de quienes quieren aprovechar su fragilidad parlamenta­ria para demoler el régimen de derechos y libertades vigente desde hace 45 años. Felipe VI recordó de nuevo que “fuera del respeto a la Constituci­ón no hay democracia ni convivenci­a posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley sino arbitrarie­dad. Fuera de la Constituci­ón no hay una España en paz y libertad”. Una advertenci­a que apela al sentido de la responsabi­lidad de todos los representa­ntes públicos, sobre todo de quienes ocupan las más altas magistratu­ras. No puede volver a caer en saco roto. El coste en términos de deterioro institucio­nal y convivenci­a democrátic­a sería altísimo para el conjunto de los españoles.

Felipe VI recordó a todos que “fuera de la Constituci­ón no hay democracia ni convivenci­a posible”

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