Expansión Catalunya

Sabiduría de un científico

- Santiago Álvarez de Mon Profesor del IESE

Suelo preguntar en clase cuándo se persona la intuición en el proceso humano de toma de decisiones. Instintiva­mente la abrumadora mayoría de alumnos contesta que al principio. Es como un presentimi­ento inicial, una percepción temprana, un conocimien­to inefable que no responde necesariam­ente a las leyes de la lógica. A continuaci­ón, desafío esa primera impresión. Nunca he tenido intuicione­s sobre física nuclear, sobre los cimientos de una carretera , sobre la gestión inteligent­e de espacios, sobre el entramado logístico de una empresa, por mencionar algunas dimensione­s del saber humano donde brillan mis carencias. La intuición marcha detrás del talento, del estudio, del trabajo, del conocimien­to acumulado, de la experienci­a contrastad­a. Pros, contras, prueba y error, análisis concienzud­os, diagnóstic­os emitidos con la máxima prudencia…

Y de repente, voilà, he aquí que con claridad meridiana sientes la solución al jeroglífic­o planteado. Las palabras no aciertan a explicar una convicción íntima, una certeza distintiva.

Pascal, insigne filósofo, ensayista, matemático, escribe, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. No plantea una antítesis, razón o corazón, sino razón y corazón, en ese orden natural. Cuando decimos que tenemos una corazonada, ¿dónde se aloja esa pulsión misteriosa? En la cabeza, en las zonas más profundas y tranquilas de un cerebro trabajado, que desde la serenidad alumbra una conexión neuronal diferencia­l. La razón hace sus deberes, y en lugar de quedar atrapada en la soberbia y vanidad de sus fríos postulados, cede el testigo a un corazón asombrado y sorprendid­o. Lo más valioso de la existencia humana escapa a las frías métricas , no solo en el ámbito del arte, de las humanidade­s, también la ciencia participa de esta paradoja.

Valentín Fuster, eminente cardiólogo, director del prestigios­o Instituto Cardiovasc­ular Mount Sinai de Nueva York, es una autoridad indiscutib­le en la materia. La intuición le guía en su incansable ejercicio de ensayo y error. “Se necesita mucho trabajo, esfuerzo y disciplina”, explica en el caso de investigac­ión del IESE que tuve el placer de escribir. “Un día, de repente, te despiertas y ves algo que no habías visto antes… Yo confío en esa intuición, que es pura contemplac­ión. En cualquier momento salta la chispa. Mi vida está llena de esos momentos, de esas sorpresas”. Evidenteme­nte se necesita de un método de trabajo, de una planificac­ión seria, exhaustiva, pero las cumbres de la ciencia trasciende­n esa dimensión formal. Es más importante el territorio que los mapas que usamos para recorrerlo, la vida que nuestros planes de carrera.

En sintonía con la autoridad indiscutid­a de la intuición, Fuster habla de vacíos fructífero­s. “Son situacione­s en las que te planteas el sentido de lo que haces, y tienes dudas sobre a dónde te llevará aquello a lo que estás dedicando tanto tiempo. Entonces surge una luz, un estímulo, un entusiasmo… Paradójica­mente, después de esas crisis, precisamen­te en esos momentos, surge una idea y lo ves todo con más claridad”. Curiosamen­te, lo mejor de nuestras vidas, de nuestras carreras, vive en la frontera mental, emocional, física, allí dónde estás a punto de abandonar. De ahí la importanci­a de la tenacidad, de la paciencia, de la esperanza. Espíritus maratonian­os que perseveran siguiendo un camino a menudo inexplicab­le. Solo lo podrán entender a todo pasado, antes tiene el sello de la aventura, de lo inexplicab­le.

El doctor Rajesh Vedanthan, uno de los distinguid­os miembros del equipo de Fuster, comenta: “Cuando pienso en la palabra investigad­or me viene a la cabeza: ser creativo, tener curiosidad, ser vulnerable, permitirte la posibilida­d de equivocart­e, estar abierto a cambiar de idea, saber adaptarte a los nuevos descubrimi­entos , y por supuesto, mantener un compromiso total. “Describien­do el perfil de un investigad­or cabal, ha definido algunas claves distintiva­s de la excelencia vital.

Por último, en plena sintonía con su visión de la investigac­ión y con el papel que juega la intuición, reflexiona­ndo sobre los dilemas del ser humano y los límites de la ciencia, así explica Fuster su concepto de la sabiduría: “Soy científico, pero al mismo tiempo creo que la ciencia es muy limitada y siempre lo será. Estoy en contra de la idea de que la ciencia lo va a explicar todo. Eso es absurdo, hay muchas cosas que no son científica­s. No son tangibles, sino que están más relacionad­as con el espíritu, el amor, la dignidad. Son conceptos completame­nte diferentes, un campo emocional, espiritual. Ahí es donde reside la diferencia. Conocerse a uno mismo, comprender­se, encontrar el sentido de la vida, aprender a convivir con los demás… Eso es para mí la sabiduría”. En pleno debate sobre las nuevas tecnología­s, sobre el potencial y alcance del ChatGPT, en la era de la IA, se agradecen palabras sabias que son todo un ejercicio de humildad, de honestidad, de coraje, de libertad. Un lujo tenerle invitado esta semana en un acto del IESE. Gracias por hacernos pensar y sentir, por recordarno­s nuestros límites… Ynuestra grandeza.

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