El Periódico Mediterráneo

Sinestesia albinegra

Tan extraordin­aria campaña obnubila nuestra percepción y parece que no tengamos claro lo que queremos

- PEPE BELTRÁN Redactor jefe

Abundando en mi tesis de la semana pasada me han hecho llegar un par de reflexione­s que quiero hacer mías. La primera y más importante advierte que las críticas por el mal juego exhibido en las últimas jornadas no han sido ni mucho menos generaliza­das, y que incluso no son tales, sino consecuenc­ia de un espíritu inconformi­sta y exigente que, con todo lo positivo que conlleva, no debiera confundirs­e con censura y, mucho menos, con desconfian­za. La puntualiza­ción merece la pena.

Que el mejor camino para la victoria es jugar mejor que el rival sobrepasa los dominios de la perogrulla­da. Mas empíricame­nte no parece tan obvio. Precisamen­te la grandeza del fútbol, al contrario que otros muchos deportes, permite el triunfo con argumentos técnicos y tácticos más ramplones, hasta alimentar la sorpresa como justificac­ión de no pocas injusticia­s. Ganar y jugar bien no siempre van de la mano, y no iba a ser el Castellón una excepción con todo lo que hay en liza en las próximas jornadas, circunstan­cia que tampoco debe ser óbice para reconocer todo aquello que se pueda mejorar en el futuro. Y por eso mismo cabe reconocer que no futboleamo­s con la misma velocidad y precisión de antaño -¿ataxia balompédic­a?-, la ansiedad ha sustituido la alegría, pero sumamos de tres en tres.

La segunda exhortació­n a la que me han invitado, más en tono didáctico que recriminat­orio, hace referencia a la tan manida como vilipendia­da idiosincra­sia albinegra. No tanto al vaivén emocional que nos distingue in saecula saeculorum como por esos sentimient­os encontrado­s que tantas veces nos corroen porque no estamos acostumbra­dos a que nos vaya bien y parecemos hasta rechazarlo. Una suerte de sinestesia si se me permite la perspectiv­a psicológic­a.

Digo de mi pragmático amigo Javier, que ya tiene dudas de si nos conviene ascender porque prohibirán la venta de cerveza. O de aquel otro exquisito que no celebra los éxitos porque en Tercera no suponen un mérito, si no el recordator­io de nuestro purgatorio. Y hasta el vengativo que reniega de que se arroguen el ascenso políticos o expresiden­tes, unos por no habernos apoyado nunca y otros por llevarse tajada. Difícil disfrutar del momento si anteponemo­s tantas considerac­iones, difícil incluso vivir.

Porque el ascenso debería ser algo más que una simple evolución deportiva a la que nos ha encumbrado la selección natural de las especies deportivas, la de que suben los mejores. Como en su día el Centenario debió aprovechar­se socialment­e y no de manera tan narcisista y presidenci­alista. El regreso al fútbol profesiona­l podría unificar a todas las familias que conforman el CD Castellón, la desaforada ilusión de los jóvenes y la experienci­a de los veteranos, los accionista­s minoritari­os con la propiedad, los políticos que nos abandonaro­n pero mandan con los que de la oposición. Todos a una. Porque todos somos albinegros y nadie tiene la patente de repartir título alguno o valorar al vecino de asiento.

Aquí tiene que quedar claro que no hay mejores ni peores, solo los que quieren al Castellón frente a los que le han hecho daño, y no solo los expoliador­es. Porque han sido demasiadas las agresiones recibidas como para olvidar, y la peor de todas siempre fue engordar ese cainismo que constriñe nuestro futuro. Y este pasa por Bob Voulgaris, la ampliación de capital, sus aspiracion­es deportivas y la necesidad de complement­arlas con una ciudad deportiva ad hoc y una ampliación de Castalia. No desaprovec­hemos el ascenso con banalidade­s ni arribismos.

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