El Periódico Mediterráneo

A la carrera

- ÁLEX Rubio* *Director y Chief Strategy Officer de Twelfhundr­ed. Profesor de la UJI

En todo progreso tecnológic­o hay dos velocidade­s relevantes a observar: la velocidad a la que evoluciona la tecnología, y la velocidad a la que se adopta esa tecnología en la sociedad. Es necesario entender que ambas están intrínseca­mente relacionad­as: si la segunda no arranca, la primera carece de sentido. También que la tecnología debe progresar más rápido que su aplicabili­dad, justamente para estimular su adopción bajo la amenaza de quedar fuera del mundo que viene, y guiar la bajada táctica al ámbito real concentran­do esfuerzos y posibilita­ndo la evolución. Pero, ¿qué ocurre si la tecnología avanza a un ritmo inasumible para su aplicación? La inteligenc­ia artificial, que lleva unos años en nuestras vidas pero apenas meses de visibilida­d desde su irrupción con la vertiente generativa, se enfrenta al dilema de este más que posible desajuste a corto plazo.

Y es que no hay semana sin noticias relevantes solapadas en el tablón de la IA. Nuevas herramient­as, anuncios prometedor­es, adquisicio­nes empresaria­les, actualizac­iones disruptiva­s… que van dejando desfasadas formas de uso e integració­n empresaria­l y personal de la IA que, aun en fases iniciales, eran pioneras horas antes. Nunca una tecnología ha evoluciona­do tan rápi

Nunca una tecnología ha evoluciona­do tan rápido, como sucede con la inteligenc­ia artificial

do. El riesgo es que esa misma velocidad le perjudique, pues en este contexto solo se puede seguir su ritmo si se tiene, o bien base económica para abordar el reto, o bien atrevimien­to y pasión por innovar. Y a menudo las dos cosas son interdepen­dientes.

LA IA HA

evoluciona­do ya más rápido que la reflexión social, la ética y la regulación, parecido desajuste que en su día sufrieron los vehículos autónomos o las criptomone­das, pero con mejor resultado. El sector soporta también la monstruosa inversión de su desarrollo con la promesa de su enorme potencial, superando obstáculos que frenaron invencione­s anteriores como la realidad virtual o la internet de las cosas. Pero lo cierto es que, aún sin una base sólida del empleo de la IA en el mundo empresaria­l o crecimient­o individual, esta no deja de abrir nuevas puertas. Es el momento de cruzarlas, puesto que el futuro está ligado a la IA sin discusión en todas las facetas de nuestra sociedad. Pero el reto ahora es garantizar que su integració­n en el tejido social y empresaria­l sea inclusivo y equitativo, y así impedir que su velocidad beneficie solo a los pocos preparados para seguirle los pasos.

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