Un final apoteósico para la celebración más populosa de todo el año en Nules
Peñas y quintas recorren durante toda la mañana el municipio al ritmo de las charangas
Durante horas, Nules se transformó ayer en un gran escenario de la alegría colectiva, en el que se repitieron las mismas escenas que vienen reproduciéndose año tras año, desde que hace décadas recuperaron la ancestral Festa dels Fadrins, aunque con protagonistas distintos. La quinta del 97 cerró un ciclo con las fuerzas justas, porque han sido unos días muy intensos, y pasó el relevo a la del 98, que se encargará de organizarlo todo en el Sant Vicent del 2025.
El reto mayor de quien asume la coordinación del pasacalle es ser capaz de movilizar a cientos de personas que solo tienen ganas de divertirse, para que la más lúdica de las procesiones transcurra con fluidez y sin incidentes. Lo cierto es que lo de que el desfile sea ágil puede que sea lo más complicado.
No hubo rincón de la población que pudiera quedarse al margen de un día único que, hasta que llegaron las fiestas del barrio de El Salvador hace varios años, inauguraba el calendario de celebraciones populares en Nules.
Desde buena mañana, las quintas, peñas y charangas pusieron la banda sonora que, estoicamente, tuvieron que tolerar los caballos y mulas, coprotagonistas y piezas esenciales de un evento que tiene su imagen icónica frente a la capilla de Sant Vicent, en la calle que lleva su nombre, por donde todos los participantes pasan junto al fuego entre vítores al patrón.
Al final del pasacalle se vivió el que, para el presidente de la quinta del 97, Antonio Parra, es el momento más emotivo, la passà del guió a los quintos del año siguiente. Varias discomóviles repartidas por el pueblo alargaron la jarana, que cerraron por la noche con otra procesión, esta religiosa.