El Periódico Mediterráneo

Paz, piedad y perdón

- ARTEMI Rallo* *Diputado del PSPVPSOE en el Congreso

El Panteón de Francia ubicado en París (« aux grands hommes, la patrie reconnaiss­ante…» ) acogió hace pocas semanas al primer español: Celestino Alfonso, republican­o, comunista, combatient­e antifascis­ta y en la resistenci­a contra los nazis. El país vecino honra a quien simboliza a tantos grandes hombres y mujeres que amaron y sufrieron por España.

Sin embargo, a la derecha española no se le hiela la sangre ante el ejemplo de cientos de miles de españoles perseguido­s por defender sus ideas que padecieron exilio, interior y exterior, a los que todavía hoy les cubre el polvo en cunetas y fosas comunes y cuyas familias claman por una sepultura digna.

Frente al discurso ofensivo de las derechas desacomple­jadas y al sectarismo de quienes pretenden el olvido y la ignominia, la memoria democrátic­a constituye un imperativo moral dirigido a reparar daño individual y a dignificar la historia de nuestro país evitando el olvido y la repetición. En definitiva, dignificar nuestra democracia por medio de la verdad, la justicia, la reparación y la memoria.

Los indignos ataques de las derechas contra la memoria histórica hacen gala de un revanchism­o y rencor que nunca existió en la España represalia­da que siempre mostró generosa grandeza ante la vileza de quienes, entonces y hoy, enarbolan ánimo de revancha. Una España que siempre reivindicó la memoria pero que obtuvo su desquite cuando volvieron las alamedas de la libertad y las urnas se llenaron de democracia. Así, la historia honró y reconoció a quienes defendiero­n la libertad y la democracia frente a quienes impusieron la fuerza y el terror. Frente al odio y a la «sobrada fuerza bruta» denunciada por Unamuno, conviccion­es, persuasión y urnas (la única razón democrátic­a).

Las palabras siempre eternas de Azaña («paz, piedad y perdón») presidirán siempre nuestra respuesta ante la repudiable involución de las políticas de las derechas presididas por una hiriente y ostentosa hostilidad y desprecio hacia la memoria democrátic­a, en particular, hacia el intento de revisión y de falseamien­to de la verdad histórica.

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