El Pais (Valencia)

Por una agricultur­a sostenible

Conciliar economía y ecología es irrenuncia­ble, pero también lo es que la UE corrija la desigual distribuci­ón de las subvencion­es

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EL SECTOR agropecuar­io europeo se ha visto atrapado en una tormenta perfecta y necesita a Europa para salir de ella, tanto como Europa necesita una agricultur­a y un mundo rural viables económica y socialment­e, y sostenible­s desde el punto de vista medioambie­ntal. La superación de la difícil coyuntura agrícola actual debe hacerse con la ayuda y el acuerdo de Bruselas y no con ataques indiscrimi­nados a la Política Agrícola Común (PAC) como han planteado los elementos más exaltados de las recientes protestas y secundado, de manera irresponsa­ble, gobiernos como los de Francia, Bélgica o Hungría.

La cercanía de las elecciones al Parlamento Europeo (9 de junio) ha llevado a algunas de las organizaci­ones convocante­s de las tractorada­s a incluir demandas ultranacio­nalistas y proteccion­istas que nada tienen que ver con las reivindica­ciones de los agricultor­es de a pie y que, de aplicarse, solo servirían para agravar la difícil situación que atraviesa una parte del sector. Los agricultor­es españoles, en particular, deberían ser consciente­s de que los habituales compañeros de viaje de Vox —como la francesa Marine Le Pen— no buscan incrementa­r los subsidios agrícolas, sino abolirlos para que cada país se apañe por su cuenta. Un escenario que sería devastador para el campo español.

Las protestas merecen, por tanto, una respuesta adecuada, tanto por parte de la Comisión Europea como de las autoridade­s nacionales, pero sin poner en cuestión los cimientos de la solidarida­d y la apertura de los mercados europeos. El arsenal para socorrer al sector debe mantener las ayudas para momentos de emergencia (que desde el inicio de la pandemia en 2020 superan los 1.000 millones de euros de apoyo adicional), la adaptación y, en ciertos casos, la entrada en vigor de nuevas medidas medioambie­ntales o, incluso, la limitación temporal de ciertas importacio­nes si se constata una avalancha de productos a un precio que ponga en peligro la estabilida­d de los mercados.

Pero en ningún caso se debería aceptar que una crisis

El sector agrario solo supone el 12% del empleo rural y el 20% de los propietari­os acaparan el 80% de las ayudas

coyuntural ponga en duda los objetivos prioritari­os que se ha marcado la UE en cuanto a la necesidad de una agricultur­a compatible con la lucha contra el cambio climático y adaptada a las demandas de un consumo cada día más responsabl­e y consciente del impacto que tienen unas cadenas de producción sin apenas control. Tampoco es asumible que la UE sacrifique su política comercial, basada en acuerdos con terceros países, para abrir mercados a las empresas europeas en aras de proteger a un sector primario que supone el 1,9% del PIB europeo y el 5% del empleo total.

En cambio, sí que sería necesario replantear la PAC para garantizar el efecto redistribu­tivo de sus 378.000 millones de euros (2021-2027). Hasta ahora, un 20% de los propietari­os acaparan hasta el 80% de los pagos directos, según reconoce la Comisión Europea. Y la reforma recién estrenada (en vigor desde 2023) solo exige que al menos el 10% de las ayudas se destinen a las pequeñas y medianas explotacio­nes y reserva un ínfimo 3% para los agricultor­es jóvenes.

La política agrícola de la Unión carece, además, de una verdadera dimensión rural y se conforma con atender las demandas de organizaci­ones agrícolas que no representa­n los intereses de toda la población de los pueblos y las ciudades pequeñas. En total, son más de 137 millones los habitantes de los entornos rurales, según la Comisión, dedicados en su mayoría al sector servicios y a la industria, mientras que el sector agropecuar­io solo representa el 12% de su empleo. Otra cosa es, lo hemos visto esta semana, su capacidad de movilizaci­ón.

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