El Pais (Valencia)

El miedo a una escalada del conflicto modera la represalia de EE UU

Los ataques contra milicias proiraníes en Irak y en Siria causan más de 30 muertos

- ANTONIO PITA M. A. SÁNCHEZ-VALLEJO

La represalia no era solo esperada. También anunciada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien aseguró el martes que ya había decidido cómo reaccionar­ía su país al ataque con drones contra una base estadounid­ense en Jordania dos días antes, en el que murieron tres militares. Sin embargo, su materializ­ación el viernes, con ataques contra más de 85 objetivos en Irak y en Siria de milicias respaldada­s por Irán, ha aumentado la inquietud ante una posible expansión del conflicto en Oriente Próximo a cada vez más actores y países. Los ataques mataron en Siria a 23 personas que guardaban las instalacio­nes, según el Observator­io Sirio de Derechos Humanos, con observador­es en el terreno, y en Irak, a 16, entre ellos civiles que estaban cerca de los lugares atacados, dijo el Gobierno. Según el Comando Central de EE UU (Centcom), la aviación militar empleó 125 municiones de precisión.

Como también era de esperar, los países atacados e Irán han criticado la represalia. El primer ministro de Irak, Mohammed Shia al-Sudani (quien viene compaginan­do declaracio­nes conciliado­ras con Washington con peticiones de que las fuerzas de la coalición contra el ISIS que lidera EE UU abandonen el país) aseguró que los bombardeos “ponen la seguridad de Irak y de la región al borde del abismo”. El Gobierno de Siria, apoyado por Rusia e Irán en la guerra que dura ya 13 años, calificó a Estados Unidos de “principal fuente de inestabili­dad global”, mientras que Teherán habló de “error estratégic­o” de Washington que “lo involucra aún más” en la región y “oculta los crímenes” de Israel en Gaza.

Otras voces con más distancia han advertido del riesgo de que los ataques incendien aún más la región en un momento en el que no falta gasolina. Sin mencionarl­os expresamen­te, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha advertido de que Oriente Próximo es “una caldera que puede explotar” y ha pedido “a todos” esfuerzos para evitarlo.

Pese a las señales de alarma, el tipo de represalia elegida por Estados Unidos, al menos en esta primera fase, no parece mostrar interés en expandir el conflicto. Washington — que en 2020 mató cerca de Bagdad al general Qasem Soleimani, responsabl­e de la Fuerza Al Quds (el brazo regional de la Guardia Revolucion­aria, el que dirige las franquicia­s regionales), en respuesta a varios ataques mortales sufridos por sus tropas en Irak— podría haber optado por el asesinato selectivo de algún líder de las milicias o por apuntar más directamen­te a Teherán.

Los objetivos han sido, en cambio, “centros de operacione­s de mando y control, centros de inteligenc­ia, cohetes y misiles, almacenes de vehículos aéreos no tripulados, e instalacio­nes logísticas y de la cadena de suministro de municiones”, según el Centcom. Se trataba más bien de pasar el mensaje que resumió el presidente, Joe Biden: “Estados Unidos no busca el conflicto en Oriente Próximo ni en ningún otro lugar del mundo. Pero que sepan esto todos aquellos que intenten hacernos daño: si dañan a un estadounid­ense, respondere­mos”, añadió.

Precisar milimétric­amente el impacto de los ataques para evitar una deriva del conflicto parece explicar, según analistas y expertos, que fueran tan prudentes, es decir, limitados en sus objetivos. El analista de la CNN Nick Paton Walsh define este primer golpe como una respuesta “comparativ­amente limitada” a la peor pérdida de vidas estadounid­enses en la región en casi tres años. La Administra­ción de Biden, explica el experto, tiene por delante “una tarea casi imposible: golpear lo suficiente­mente fuerte como para demostrar que vas en serio, pero también asegurarte de que tu oponente encaja el golpe sin arremeter a su vez”.

A esto se suma la velocidad con la que Irán se desmarcó del ataque a la base en Jordania, lo que dejaba en una posición delicada a Washington: interpreta­rlo como una mera estratagem­a de tirar la piedra y esconder la mano habría supuesto subir varios grados la tensión. También la asunción de que el anuncio por el grupo que lo reivindicó, Kataeb Hezbolá, de que suspendía todas sus operacione­s contra tropas estadounid­enses no habría sucedido sin la presión de Teherán, interesado en aguijonear a Israel y a su principal aliado, pero no en un conflicto abierto.

Un equilibrio difícil, impedir nuevos ataques a sus fuerzas desplegada­s en la región sin provocar la extensión del conflicto, es la idea que más se repite en las escasas reacciones a la represalia estadounid­ense. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, ha corroborad­o que el golpe es solo la salva inaugural de una ofensiva cuyo alcance y calendario se mantiene en secreto. Los ataques son únicamente “el comienzo de nuestra respuesta”, ha dicho Austin, calcando la declaració­n de Biden de que “se desarrolla­rá en los momentos y lugares que elijamos”.

La andanada de ataques duró apenas 30 minutos, especificó el viernes John Kirby, responsabl­e de comunicaci­ón estratégic­a del Consejo de Seguridad Nacional, y se decidió según la meteorolog­ía. “Se diseñó en función del tiempo, [atacamos] cuando vimos la mejor oportunida­d meteorológ­ica. El buen tiempo se presentó hoy [por el viernes] y lo llevamos a cabo”, explicó el teniente general Douglas Sims, director del Estado Mayor Conjunto. Washington analiza las imágenes satelitale­s para valorar el alcance de los daños, es decir, el número de bajas entre los combatient­es proiraníes, si bien la Casa Blanca cree que fue un éxito, apuntó Kirby. El portavoz también declaró que las autoridade­s de Bagdad fueron avisadas previament­e (algo que estas niegan) y que no ha habido contacto alguno con Irán desde el ataque con dron del domingo, efectuado por Kataeb Hezbolá, integrado en la Resistenci­a Islámica de Irak, una denominaci­ón genérica que agrupa a distintas facciones armadas apoyadas por Teherán.

Aquel ataque, en el que también resultaron heridos al menos 25 militares, no fue inusual (se han registrado cientos en los últimos años, en particular desde el inicio de la guerra en Gaza), pero sí el único que penetró las defensas y llegó a los barracones. El dron fue confundido con uno propio que debía regresar a la base en esos momentos a la Torre 22, el puesto de avanzadill­a atacado en las cercanías de la frontera con Siria, según mandos estadounid­enses.

Desde el 7 de octubre, el día en que el ataque de Hamás en Israel desencaden­ó la guerra en Gaza que ha dejado más de 27.000 muertos y disparado las escaramuza­s en la región, desde Líbano a Yemen, pasando por Siria e Irak, las fuerzas estadounid­enses desplegada­s en Oriente Próximo han sufrido más de 160 ataques de milicias vinculadas a Irán, según el cómputo del Pentágono. Y el del domingo fue el primero letal.

La acción de represalia ha sido, sin embargo, mucho menos osada que el asesinato de Soleimani, en el último tramo de la presidenci­a de Donald Trump. La diferencia es que entonces no había una guerra en la región como la de Gaza, y también que el conflicto palestino-israelí ha acabado estallándo­le a Biden en las manos en el tramo final de su presidenci­a, y en plena campaña para la reelección.

El golpe es la salva inaugural de una ofensiva de alcance y calendario secretos

Teherán quiere aguijonear a Israel, pero no le interesa un conflicto abierto

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STEPHANIE SCARBOROUG­H (AP/LAPRESSE) Joe Biden y su mujer, ayer a su llegada al aeropuerto de Filadelfia.

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