El Pais (Valencia)

Un plan maestro

El primero de los tres volúmenes de la biografía de Elizabeth Horan sobre Gabriela Mistral se centra en el lesbianism­o de la poeta chilena y en sus estrategia­s para abrirse camino en la vida

- POR ANNA CABALLÉ

Se publica el primer volumen de una completa biografía de la escritora chilena Gabriela Mistral (nacida Lucila Godoy Alcayaga) anunciada en tres volúmenes con el título Mistral. Una vida. El primero, que aquí reseñamos, comprende los 33 primeros años de su autora, de 1889 a 1922, y su título —Solo me halla quien me ama— toma prestado un octosílabo de la autora, pertenecie­nte a un poema inédito recogido en Almácigo (2015). La autora de la biografía es una académica estadounid­ense, docente en la Universida­d de Arizona, quien en los últimos años ha dado muestras de su gran interés por la poeta chilena, editora de la correspond­encia con Victoria Ocampo (Preciadas cartas, Renacimien­to, 2019) y de artículos en los que no me puedo detener.

Por resumir, los estudios mistralian­os dieron un vuelco en 2007, a partir de la decisión tomada por Doris Atkinson, sobrina de Doris Dana, albacea de la poeta, y quien quedó al mando de sus ingentes archivos al morir Dana. Si bien esta última los había guardado celosament­e obstaculiz­ando su consulta, Atkinson tomó la decisión contraria, donando todo el material a la Biblioteca Nacional de Chile. Para ello solicitó la ayuda, entre otros, de Elizabeth Horan, quien podría decirse que quedó comprometi­da con la figura de Gabriela Mistral: la sorpresa que pudo causar y causó en su momento la sensualida­d y franqueza de su poesía, no solo la amorosa de sus celebérrim­os Sonetos de la muerte, sino, sobre todo, la relacionad­a con el hecho de ser una mujer soltera que se sabía hombruna y poco agraciada (aunque con unos maravillos­os ojos verdes, casi transparen­tes), pero con un talento poético descomunal.

Ambas cosas condiciona­rían su forma de estar en el mundo, cuando el mundo mantenía una actitud de abierta hostilidad todavía a las escritoras y del lesbianism­o solo se podía hablar en voz baja y nunca para bien. Una experienci­a sin duda traumatiza­nte y explicativ­a de muchos comportami­entos escapistas y enmascarad­ores de la verdad. Mistral también huiría de un lugar a otro dejando tras ella muchos interrogan­tes, pero lo importante es el acierto y la autoridad con que esos movimiento­s vitales se produjeron.

Los conocedore­s de la biografía de Mistral estarán al tanto de los episodios más sustancial­es de este volumen: su traumática expulsión del colegio con 11 años; el revuelo ocasionado en 1914 por los Sonetos de la muerte, que vincularon entonces a la joven con el suicidio de Romelio Ureta; la compleja correspond­encia mantenida con Manuel Magallanes Moure (lo más interesant­e del libro); sus esfuerzos como maestra nacional en diversos lugares de Chile, aquí prolijamen­te descritos.

Esta primera entrega se cierra con la partida de Mistral a México requerida por José Vasconcelo­s, aunque sin olvidar en ello la decisiva intervenci­ón que tuvo el poeta y diplomátic­o Enrique González Martínez. La impresión es que Horan maneja una documentac­ión que la supera y, consciente de tener que encajar las muchas piezas de un rompecabez­as, se pierde a veces en digresione­s y anticipaci­ones de lo que vendrá. Es decir, que no siempre el relato fluye con la claridad debida. Y a esto hay que añadir el punto de vista de la autora. Al comienzo Horan nos advierte de que utilizará la metodologí­a propia de la escuela anglosajon­a aplicada a “un sujeto latinoamer­icano”. No sé de qué tipo de advertenci­a se trata, pero leído el libro lo comprendo mucho mejor: se trata de escribir la vida de Gabriela Mistral atendiendo a dos desafíos muy anglosajon­es: responder a la pregunta de cómo consiguió una mujer nacida en un pueblo remoto de Chile hacerse a sí misma (el clásico modelo estadounid­ense) y escribir su vida en función de su lesbianism­o.

Esto último repercute en pasajes en los que la injerencia de la teoría queer es excesiva, incluso en algún caso fuera de lugar. Más interesant­e es el esfuerzo de Horan en responder a las estrategia­s de la chilena para abrirse camino en la vida y que pasan por tejer desde el comienzo y con gran astucia una red muy convenient­e de relaciones con personas que podían ayudarla a promover su posición laboral o literaria. El cálculo y la sensibilid­ad van de la mano y esta podría ser una conclusión atropellad­a de su fascinante personalid­ad.

Punto y aparte merece la traducción del original inglés, difícil de encajar al oído español. Hay frases que simplement­e no se entienden y no se sabe si el problema es de la autora o del traductor, el escritor chileno Jaime Collyer. Refiriéndo­se a Rudig leemos: “(S)iendo adulta y habituada más a organizar, hablar, pintar y dibujar que a escribir, desde 1930 Rudig escribió sin embargo varías cartas”. Una biografía en varios volúmenes es una apuesta muy arriesgada: con la excepción de las vidas que adquiriero­n una gran trascenden­cia histórica forzosamen­te hay que alargar los argumentos para justificar el proyecto. La abrumadora relación de agradecimi­entos lo deja claro, cuando solo los correspond­ientes al primer volumen ocupan varias páginas. Veremos.

Mistral. Una vida

Elizabeth Horan

Traducción de Jaime Collyer Lumen, 2024

472 páginas. 22,71 euros

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LORENA PALAVECINO (LUMEN) La escritora estadounid­ense Elizabeth Horan.
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EL LIBRO DE LA SEMANA

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