El Pais (Nacional) (ABC)

“Con tijera y peine me siento todopodero­so”

- LUZ SÁNCHEZ-MELLADO

Llega a Madrid recién bajado de un AVE de Sevilla, arrastrand­o un trolley con su arsenal de trabajo para actuar luego en un programa de la tele. Mientras charlamos, me mira a los ojos y al pelo, y una tiene la sensación de que le está haciendo un escáner capilar y emocional a la vez. Él no lo niega. Es su trabajo.

¿Siempre quiso ser peluquero? Yo quería ser actor. A los 13 años le dije a mi padre: “Papá, quiero ser actor de La Cubana [compañía de variedades]” y él, que quería que estudiara Derecho y llevaba muy mal mi homosexual­idad, me dijo que ni loco. Así que opté por la peluquería. Fue mi abuela la que, a los 14, me pagó la academia, mientras iba al instituto.

¿Qué vio su abuela y no vio su padre? A mí. Me miró y me vio. No dejó de mirarme nunca.

¿Qué tienen que ver el teatro y la peluquería? Las emociones. Lo que me gusta es provocar emoción a los demás, hacerles sentir bien. Y la peluquería es una forma de cambiar a alguien y hacerle vivir una emoción fuerte en poco tiempo.

Explíquelo a quien no lo entienda. El pelo es el complement­o que siempre te acompaña. Cuando te hacen un corte, color, o un peinado que te hace sentir bien, no tiene precio.

Bueno, lo cobra bien. Digamos que no soy barato. Un corte son 50 euros. Un cambio de imagen total puede superar los 200. Un tercio de lo que cuesta en Alemania. No valoramos lo buenos que somos.

Las canas son tendencia. ¿Valentía o claudicaci­ón? [me mira las raíces] No hay ningún color que quede mejor a tu piel y tus ojos que tu color natural. El blanco es luz, las arrugas, oscuridad. La naturaleza es sabia.

Si dejamos de retocárnos­las se quedan sin curro. No, porque el curro es convencero­s de que os dejéis ayudar a lograr liberaros. Ahora, si el color es importante, el corte, más. Y eso no se puede hacer en casa, ni con inteligenc­ia artificial.

Lo dijo Hillary Clinton: “El pelo importa”, pero ¿cuánto? La imagen forma parte del valor de mercado de cada uno, y el pelo contribuye en un porcentaje elevado. Yo mismo, antes me cortaba el pelo cada cinco semanas y ahora, todas.

¿Quién se lo corta? Un compañero. Pobrecito.

¿Le gusta si le llaman “peluquero estrella”? Ni me gusta ni me disgusta. Si tengo que barrer, no se me cae la tijera.

A su salón viene gente de toda España, ¿cómo lo logra?

Cuando empecé en las redes, solo subía trabajos con influencer­s y celebridad­es. Pero leía comentario­s que me echaban en cara que a esas mujeres todo les quedaba bien. Un día subí el cambio de una persona normal, porque todos lo somos, y eso desató el boom. Para mí, todas las clientas son iguales.

¿No atiende a señores?

Claro, pero para mí son todas clientas. He luchado por crear un modelo mixto, pero lo mío es una peluquería. No soy barbero.

¿Se emociona trabajando?

Muchísimas veces. Hay clientas que, cuando se miran, se les saltan las lágrimas. Con tijera y peine, cuando logro cambiar su ánimo me siento todopodero­so. Me toca la fibra ver cómo puedes ayudarles a levantar la cabeza.

O sea, que hace milagros.

Impresiona­ntes. Hay quien ha cambiado por dentro por una pérdida, gente que ha estado toda la vida cuidando a los demás, o ha pasado un cáncer, y quiere cambiar también por fuera. O, al revés, gente que quiere cambiar por fuera para ganar la seguridad que busca. A mí no vienen solo a cortarse las puntas.

¿Cuánto de confesiona­rio tiene una peluquería? Todo. Imagínate que estás con tu mejor amiga tocándote la cabeza y no tienes más que hacer que relajarte: te dan ganas de suspirar y soltar lo que llevas dentro. La peluquería es donde te vacías.

Antes, las señoras mayores solo iban a la pelu a lavar y marcar. Ahora se atreven con cortes cortísimos, decoloraci­ones, todo. Alucino cuando las hijas les pagan un viaje y un servicio por su 80º cumpleaños. Eso me fascina y me encanta.

¿Le ha reconocido su padre su éxito? Le cuesta, pero su reconocimi­ento me llega a través de su voz, su mirada, su afecto. Yo, en broma, le digo: “Papá, siempre hubo malos abogados y buenos peluqueros” [ríe].

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BERNARDO PÉREZ Víctor del Valle, en el hotel Only You de Madrid.

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