El Pais (Nacional) (ABC)

Momias de ida y vuelta entre Málaga y Melilla

El empresario Gustavo Cabanillas traslada su museo egipcio, pero mantendrá parte de la colección en la ciudad autónoma

- NACHO SÁNCHEZ

Apasionado de Egipto desde niño, el empresario melillense Gustavo Cabanillas comenzó hace más de 25 años a colecciona­r piezas arqueológi­cas. Primero fue un escarabeo de apenas un centímetro, luego un amuleto, más tarde diversas figuras y estatuilla­s. Cuando su capacidad económica aumentó, adquirió una momia, y luego más. Hoy, a sus 66 años, acumula unos 1.500 objetos, de los que un tercio se exponen desde 2021 en el Museo Egipcio de Melilla. Es una iniciativa privada que lanzó él mismo, “sin ayudas públicas ni para poner trípticos en la oficina de turismo”, asegura Cabanillas, que decidió hace unos días cerrar el espacio y trasladar su colección a Málaga. El Gobierno de

Melilla quiere que se quede y le ha ofrecido un acuerdo. “Mi decisión es irrevocabl­e”, insiste el empresario, que aun así ha encontrado una solución para contentar a sus actuales vecinos.

El Museo Egipcio se inauguró en febrero de 2021 impulsado por la Fundación Gaselec, pertenecie­nte a la distribuid­ora de electricid­ad propiedad de Cabanillas. En las vitrinas de sus tres plantas hay papiros, tabillas, ajuares funerarios, fragmentos de sarcófagos, estatuas o momias. Es la tercera colección egipcia más importante que se puede ver en España tras las que acogen el Museo Arqueológi­co Nacional (Madrid) y la Fundación Arqueológi­ca Clos (Barcelona). Las piezas pudieron verse hasta enero, cuando Cabanillas despidió al personal y cerró ante las pérdidas que acumulaba después de que apenas 6.600 personas pasaran por las salas. Los ingresos de 18.000 euros no servían de nada ante los gastos —personal, suministro­s, mantenimie­nto, seguridad, limpieza—, que superaban los 250.000. En otoño de 2023 había pedido ayuda al gobierno local. Nunca llegó.

“Con gran tristeza, anunciamos el cierre definitivo del Museo Egipcio de Melilla”, se explicaba en la página de Facebook del centro cultural el 25 de junio. “Fue complejo, pero tuve que decir: ‘Se acabó”, resume Cabanillas, que ya había iniciado conversaci­ones con responsabl­es políticos y entidades bancarias malagueñas para encontrar apoyo en la ciudad andaluza, cuya apuesta cultural es una de las líneas estratégic­as desde años. Ya le ha puesto hasta nombre: Museo Egipcio de Málaga (MEMA). “A Málaga le ha tocado la lotería: que llegue una colección así de relevante y sin invertir nada es increíble”, asegura Alejandro Jiménez, profesor del departamen­to de Antropolog­ía, Geografía e Historia de la Universida­d de Jaén y uno de los mayores especialis­tas en egiptologí­a.

El lunes todo parecía dar un giro cuando la consejera de Cultura y Patrimonio Cultural de Melilla, Fadela Mohatar, aseguró que el museo se mantendría en la ciudad autónoma. “No desaparece”, insistía Mohatar, que mencionaba la puesta en marcha de una colaboraci­ón público-privada para que el espacio permanecie­ra abierto como atractivo turístico, una de las principale­s obsesiones del gobierno local. Cabanillas reconoce su sorpresa cuando escuchó aquellas palabras porque nadie le había avisado.

“Cuando anuncié el cierre, llamaron los políticos: ‘¿Cómo te lo vas a llevar?”, explica Cabanillas. Su respuesta fue no dar su brazo a torcer porque la decisión había sido muy meditada. Sin embargo, “ante la insistenci­a”, relata, encontró una “solución salomónica”. Gestó una idea con dos etapas. La primera, volver a abrir el museo de manera temporal gracias a la aportación de unos 100.000 euros del Gobierno de Melilla, lo que permitirá contratar a cinco personas —dos vigilantes y tres especialis­tas que estén en las salas— con el compromiso de que la entrada siga costando seis euros para adultos y sea gratuita para niños de hasta 11 años. Cabanillas sostiene que de momento solo existe un acuerdo verbal.

Continuará así hasta que el empresario encuentre un local adecuado en Málaga —tarea, reconoce, compleja debido a los precios del mercado inmobiliar­io—, donde espera abrir en 2025. En ese momento arrancará una segunda etapa, cuando buena parte de la colección —las piezas más relevantes— se mudarán a la Costa del Sol y el resto se quedará en Melilla. “Igual que el Pompidou tiene su sede principal en París y otra en Málaga, nosotros tendremos la central en Málaga y una subsede en Melilla”, explica.

Mientras, el centro privado continuará con sus actividade­s paralelas, como el patrocinio de misiones arqueológi­cas en colaboraci­ón con distintas universida­des (con la de Jaén en Asuán, con la de Sevilla en el templo de Tutmosis III, en Luxor) o el apoyo a jóvenes para que viajen un mes a Egipto a gastos pagados para participar en las misiones.

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El Museo Egipcio de Melilla, en una imagen de la Fundación Gaselec.

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