El Pais (Nacional) (ABC)

Cómo entender la era de la confusión

- TIMOTHY GARTON ASH

En estos tiempos de policrisis planetaria, volvemos la vista al pasado en busca de orientació­n. ¿Quizá estamos en una nueva Guerra Fría, como sostiene en su último libro Robin Niblett, el antiguo director del centro de estudios sobre política exterior Chatham House? ¿Nos aproximamo­s al borde de una posible Tercera Guerra Mundial, como afirma el historiado­r Niall Ferguson? ¿O, como he sugerido yo en alguna ocasión, el mundo empieza a parecerse con toda claridad a la Europa de imperios y grandes potencias rivales de finales del siglo XIX?

Otra manera de intentar dar una forma comprensib­le desde el punto de vista histórico a nuestras angustias es decir que son una “era de…” algo que indique o un paralelism­o o un agudo contraste con una era anterior. Por ejemplo, el experto de la CNN en política exterior Fareed Zakaria sugiere en su último libro que estamos en una nueva era de las revolucion­es, así que la Revolución Francesa, la revolución industrial y la de EE UU tienen cosas que enseñarnos. ¿O quizá estamos en la era del hombre fuerte, como dice el especialis­ta del Financial Times Gideon Rachman? No; es la era sin paz, dice Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, porque “la conectivid­ad provoca conflictos”.

No, más bien tiene que ser la era de la inteligenc­ia artificial, título de un libro escrito, entre otros, por el difunto decano de los gurús de la política exterior, Henry Kissinger. ¿O la era del peligro, como afirma el enlia sayista internacio­nal Bruno Maçães en un número reciente del New Statesman? Si tecleamos en inglés “The Age of…” en la casilla de búsqueda de la web de la revista Foreign Affairs, nos encontramo­s con otras posibilida­des, como la era de la inmoralida­d, de la insegurida­d energética, de la impunidad, de EE UU primero, de la perplejida­d de las grandes potencias y del desastre climático.

¿A alguien se le ocurre alguna era más? ¿O quizá no estamos más que en la era de la hipérbole, en la que los editores de libros y los responsabl­es de los medios de comunicaci­ón obligan de forma implacable a los autores a poner títulos grandiosos, dramáticos y simplistas para vender más en un mercado abarrotado de ideas? Bromas aparte, es crucial que intentemos aprender de la historia, porque, como escribe en Retorno a Brideshead el gran maestro de la prosa inglesa Evelyn Waugh, “no poseemos nada con certeza, excepto nuestro pasado”. El truco es saber leerlo. En primer lugar, hay que identifica­r la mezcla de lo viejo y lo nuevo. La relación entre las dos únicas superpoten­cias actuales, EE UU y China, es claramente, como dijo el secretario de Estado estadounid­ense, Anthony Blinken, en una reciente visita a Pekín, “una de las relaciones más importante­s del mundo”. Las dos superpoten­cias, tal como sucedía durante la Guerra Fría, mantienen una rivalidad estratégic­a mundial, multidimen­sional, con inflexione­s ideológica­s y de largo alcance.

Sin embargo, como señala con razón Niblett, “la nueva Guerra Fría no se parecerá en nada a la anterior”. Él subraya dos grandes diferencia­s: el grado de integració­n económica entre los dos países, que ha llevado a algunos expertos a hablar de Chimérica, y el que esta rivalidad es “mucho menos binaria” porque hay muchas otras potencias grandes e intermedia­s, como Rusia, India, Japón, Turquía, Arabia Saudí y Brasil. Lo primero es importante, sin duda, pero no necesariam­ente evitará que una guerra fría se caliente. Pocos años antes de que estallara la I Guerra Mundial, el periodista y político Norman Angell publicó un influyente libro titulado The Great Illusion. Angell sostenía que había tal grado de interdepen­dencia económica entre las grandes potencias europeas que era muy improbable una gran guerra entre Estados y que, si se producía, no podría prolongars­e mucho tiempo. Al final, lo iluso fue su propia tesis.

La segunda diferencia de Niblett sí me parece convincent­e. A veces se dice que esas otras potencias son los nuevos No Alineados —otro término de la Guerra Fría—, pero en realidad son unos países mucho más ricos y poderosos que los No Alineados de antes de 1989. Como hemos visto en la guerra de Ucrania, las relaciones de Rusia con países como China e India permiten a su economía sobrevivir a todas las trabas que pueda interponer Occidente.

En otro intento de asignar una etiqueta global a esta era de la confusión, Ivan Krastev, Mark Leonard y yo hemos sugerido que estamos en un “mundo a la carta” en el que las grandes potencias y las potencias intermedia­s de fuera de Occidente establecen alianzas transaccio­nales, de forma que a veces se asocian al mismo tiempo con distintos países en torno a diferentes facetas del poder. Por ejemplo, pueden mantener una sólida relación económica con China y una relación de seguridad con EE UU. Este análisis contradice la idea de un nuevo Eje autoritari­o consolidad­o entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte. La propia palabra “Eje” entraña algo parecido a una alianza bélica, puesto que recuerda no solo al “Eje del mal” del que hablaba el presidente estadounid­ense George W. Bush, sino también al Eje original de la Alemania nazi, la Itafascist­a y el Japón imperial en la II Guerra Mundial. “Y ahora, como en los años treinta”, escribió Ferguson a principios de este año en el Daily Mail, “ha surgido un Eje autoritari­o que nos amenaza”.

Aprender del pasado también implica ver la interacció­n entre las estructura­s y los procesos profundos, por un lado, y el azar, la coyuntura, la voluntad colectiva y el liderazgo individual, por otro.

Nuestra época ofrece grandes ejemplos de estos dos tipos de fuerza histórica. La peligrosa transforma­ción de nuestro entorno natural por la acumulació­n de los efectos impensados de las actividade­s humanas, a través del calentamie­nto global, la reducción de la biodiversi­dad y la escasez de recursos, es uno de esos profundos cambios estructura­les. De ahí que algunos quieran dar a nuestra era el nombre de Antropocen­o. Otro cambio fundamenta­l es el desarrollo cada vez más rápido de la tecnología, empezando por la inteligenc­ia artificial (IA). Kissinger alegaba que las aplicacion­es militares de la IA, impredecib­les por naturaleza, podrían acabar debilitand­o incluso la mínima estabilida­d estratégic­a de la disuasión nuclear entre EE UU, China y Rusia. Pero si alguien duda de que el azar y las decisiones humanas también cuentan, no tiene más que remontarse a febrero de 2022, cuando las dotes personales de Volodímir Zelenski como líder, su capacidad de inspirar y la victoria de las fuerzas ucranias contra los rusos que intentaban hacerse con el control del aeropuerto de Hostomel cambiaron el rumbo de la historia.

Lo cual nos lleva al último argumento, el más importante. La cacofonía de interpreta­ciones que he relatado es en sí misma un síntoma de que nos encontramo­s en una nueva era de la historia europea y mundial, en la que todo el mundo busca nuevos puntos de referencia. Tras el periodo de posguerra (a partir de 1945) llegó el periodo posterior al Muro, pero este solo duró desde el 9 de noviembre de 1989 (la caída del muro de Berlín) hasta el 24 de febrero de 2022 (la invasión rusa de Ucrania). En la historia, como en el amor, los comienzos importan. Lo que se hizo en los cinco años posteriore­s a 1945 configuró el orden internacio­nal durante los 40 años siguientes y en algunos aspectos, como la estructura de la ONU, hasta hoy. De modo que lo que hagamos ahora —por ejemplo, hacer posible que gane Ucrania o dejar que pierda— influirá de manera crucial en cómo sea la nueva era. La lección más importante de la historia es que somos nosotros quienes la hacemos.

El presente no es una repetición del pasado, pero aun así podemos aprender de la historia

Timothy Garton Ash es catedrátic­o de Estudios Europeos de la Universida­d de Oxford e investigad­or sénior de la Hoover Institutio­n de la Universida­d de Stanford. Su último libro, Europa. Una historia personal (Taurus), ha sido galardonad­o con el Premio Lionel Gelber. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain