El Pais (Galicia) (ABC)

Joselu pone la cabeza

El delantero desatasca con dos remates un partido que se le atragantab­a al Madrid después de que el Unión Berlín se adelantara, aguantara y encontrara otro tanto, que desactivó Ceballos

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El equipo de Ancelotti batió el récord de pases en la primera parte

DAVID ÁLVAREZ El Real Madrid maneja a estas alturas una voracidad de varias velocidade­s. Se mueve a ratos a bajas pulsacione­s, encaja golpes, pero siempre termina levantándo­se con la intención de no dejar ni las migajas. Tampoco en Berlín, adonde llegó con el primer puesto garantizad­o y donde empezó a remolque en el marcador pese a monopoliza­r la pelota. Pero allí también se levantó, para certificar el tercer pleno de victorias en la fase de grupos de la Champions, el único equipo que lo ha logrado además del Bayern. Después de acumular una montaña de toques, Joselu descorchó el triunfo a cabezazos.

El primer acto fue una rareza extraordin­aria. Transcurri­ó de un error insólito de Modric (un mal pase) a otro (un penalti fallado), del que pendieron dos dentellada­s sueltas del Unión Berlín. En medio, un parque de recreo para el Madrid, que se empachó de pases en el primer tiempo: amontonó 483, más que nadie en la Copa en los 20 años de los que Opta guarda registros. Sin embargo, el gol cayó del otro lado. Ese primer tiempo abrió con un fallo de Modric que pareció una broma: un pase con el exterior que derivó en un regalo para los alemanes. Behrens terminó a solas frente a Kepa, que despachó el aprieto con un manotazo pleno de reflejos. Regresaba a la titularida­d después de que Lunin hubiera enlazado seis partidos de inicio de un nivel altísimo. Tanto que Ancelotti retrasó el regreso después de su lesión. Menos de un minuto después de volver, ya estaba despierto como si hubiera estado ahí todo el tiempo.

En Modric comenzó también el disgusto con el que se fueron al descanso. Un centro lateral de Ceballos golpeó en la mano de Leite, lo que llevó al croata a los once metros. Tiró al medio y Ronnow despejó con los pies. Era el cuarto penalti que tiraba el Madrid desde la pretempora­da, y el cuarto que desperdici­aba. Siguió un córner, y un saque largo del portero que no alcanzaron ni Nacho ni Alaba. Acabó marcando Volland.

Entre esos dos lances, el Madrid desplegó un monólogo que no inquietó demasiado al Unión. Tocaban Modric, Ceballos y Valverde, y los alemanes miraban pasar la vida.

Kroos había comenzado en el banquillo, y sin el alemán, de descanso con Rüdiger y Mendy, el Madrid tiende a la monotonía. Avanza, pero al paso, centímetro a centímetro, pase a pase. Los jugadores de Ancelotti fluían más que la pelota. Valverde no mostró el abanico de variantes de Kroos, que domina como nadie la dirección del juego, un futbolista con batuta.

Hasta que compareció el alemán, el primero que conectó ese pasabolas del centro del campo con el área fue Bellingham, que sigue entendiend­o con precisión dónde le necesita el equipo, y tiene piernas para aparecer en todos esos lugares, incluso cuando son muchos. Ensambló un poco y enseguida se presentó en el área para domar un globo de Lucas Vázquez. Después del sobeteo por el centro, resultó que el camino se encontraba en las bandas. Por esa derecha, y por la izquierda, desde donde Fran García le preparó una buena ocasión al inglés, que tiró fuera, y otra a Joselu, que cabeceó al larguero.

Y después, la espesura de nuevo. Ramificaci­ones de ramificaci­ones, un control que en muchas fases pareció ilusorio. El Unión no exhibía un empeño feroz. Su nuevo técnico, el croata Nenad Bjelica, los devolvió el sábado a la victoria después de 105 días sin catarla, pero al volver a verse con el equipo de Ancelotti regresó al plan de resistenci­a que desplegó en el partido del Bernabéu.

Al partido le cambió algo la cara Kroos, que abrió la mirada del Madrid más allá del pase más cercano y le permitió dejar de jugar con el mismo soniquete. Hasta entonces, el Real era un enjambre en el que bailaban todos sus miembros. El alemán, casi como un vértice fijo, propició otro tipo de dinámica, menos morosa, más arrojada, de nuevo dañina desde los costados.

Primero, Rodrygo buscó a Joselu desde la derecha. El delantero cabeceó a la red en una portentosa exhibición de oficio. Mientras volaba el centro, forcejeaba con Khedira en el área. Pero la cabeza parecía funcionarl­e sin necesidad del cuerpo, que se mantenía sumergido en la pelea mientras conectaba un remate preciso. Después, Fran García le buscó desde la otra banda, y Joselu encontró el gol abajo, otra vez de cabeza.

Entonces, se desconecta­ron un instante y Kral aprovechó dos despistes para empatar desde fuera del área. El desconcier­to fue fugaz. Bellingham fabricó un espacio para Ceballos, y el andaluz puso el lazo al pleno del Madrid en la fase de grupos.

Kroos cambió el tono del encuentro cuando salió en el segundo tiempo

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/ CLEMENS BILAN (EFE) Joselu cabecea para marcar el segundo gol del Madrid.

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