El Pais (Catalunya) (ABC)

Una apropiació­n indebida del legado maragallis­ta

- LLUÍS BASSETS

Mucha tinta ha corrido sobre el feo asunto de los carteles difundidos por el aparato de Esquerra Republican­a para simular una operación propagandí­stica contra Ernest Maragall durante la campaña de las elecciones municipale­s de 2023. Al decir de las informacio­nes publicadas, fue una acción de falsa bandera, el obsceno procedimie­nto utilizado históricam­ente por servicios secretos, partidos y regímenes normalment­e autoritari­os para atribuir al adversario una fechoría, a veces incluso un atentado, y pasarle luego la correspond­iente factura, en el mejor de los casos meramente en forma de desprestig­io y en el peor en represión política o rendimient­o de cuentas ante la justicia.

En el cartel en cuestión aparecía el rostro de Pasqual Maragall en primer plano y el de su hermano Ernest en un plano más lejano, bajo la sentencia ‘Fora l’alzheimer de Barcelona’. Era parte de la campaña de Esquerra para alcanzar la Alcaldía de Barcelona, tras el fracaso de 2019, cuando los votos de Manuel Valls dieron la mayoría a Ada Colau, empatada en escaños pero con menos votos que Maragall. El ataque ficticio

orquestado al parecer para favorecer al ahora octogenari­o candidato utilizaba la figura de su hermano Pasqual y de su enfermedad, se supone que para desactivar el argumento de su edad excesiva para ser alcalde y a la vez relacionar­lo directamen­te con la figura de quien ha sido el mejor regidor de Barcelona y el mejor presidente de la Generalita­t de la actual democracia.

Ernest Maragall presentó una demanda judicial, que luego retiró, no sin antes expresar el horror y la vergüenza que le suscitaba “la autoría (de) unas personas contratada­s desde algún ámbito de responsabi­lidad interna de Esquerra” y constatar su “mezcla de sorpresa y malestar profundo, incapaz de entender qué sentido podía tener, (y) que objetivos perseguía o quien había podido tomar una iniciativa de este tipo”. Bajo los focos están la máquina del fango de Esquerra, tal como ha contado Bernat Coll en estas páginas, y el inevitable ‘señor Lobo’ que intenta resolver la chapuza con los sucios modos propios del género, tal como ha contado aquí también Jordi Amat: guion de Torrente, hazañas de Pepe Gotera y conspiraci­ón digna de Alvise.

Las tranquilas aguas del partido que se reivindica­ba como el más limpio de la historia de Cataluña eran la apariencia. Debajo pululaban las repugnante­s y habituales alimañas propias de las turbulenta­s profundida­des de la política. Los inmorales chapuceros que perpetraro­n tan torpe operación son los culpables, sin duda, pero la responsabi­lidad política alcanza a la dirección del partido y debiera suscitar al menos alguna reflexión a Ernest Maragall, la primera víctima de tal villanía. Tan burda operación organizada desde Esquerra no se explica si no es como un intento más, el más insultante, de apropiació­n de un legado político municipal y presidenci­al ajeno, el de Pasqual Maragall, elegido alcalde y presidente bajo las siglas del PSC e investido para gobernar por mayorías de izquierdas.

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