El Pais (Catalunya) (ABC)

Giralt, activista: “Ahora nos toca a las mujeres ocupar lo público”

Lesbianas, bisexuales, trans y personas no binarias reivindica­n su espacio en el Orgullo LGTBI+ de Barcelona

- AMPARO PÉREZ

Los colores del arcoíris pintan Barcelona. El mes del orgullo LGTBI+ viene cargado de eventos que dejan un escenario radicalmen­te distinto al que observó una jovencísim­a María Giralt (Barcelona, 58 años) en La Rambla, en 1977. “El Orgullo de hoy no tiene nada que ver con el de ayer, pero sigue reclamando lo mismo: los derechos que ya tenemos por ley, pero que no se aplican”, subraya. Como miembro de la Cámara de Comerciant­es LGTBI de Barcelona y del Pride BCN, Giralt vuelve a reclamar los derechos de todas las letras del colectivo: “Los hombres gays han llevado la batuta del orgullo LGTBIQ+. Ahora nos toca a las mujeres ocupar lo público para que haya equilibrio en la presencia de todos, lesbianas, bisexuales, trans, o no binaries”.

Unas 2.000 personas se congregaro­n ayer en la manifestac­ión del orgullo crítico convocada por La Crida LGTBI. Encabezand­o el bloque unitario del grupo 28-J Orgullo Autónomo, la activista lesbofemin­ista, Milena Duch (Sitges, 32 años) reclamó un movimiento que represente la diversidad que convive en el colectivo LGTBI+. “Unas letras son más visibles que otras porque nuestro colectivo también reproduce las estructura­s patriarcal­es de la sociedad: un hombre gay, por ser hombre, tiene una serie de privilegio­s de los que no disfruta una lesbiana, y no digamos una mujer trans”, observa Duch. Para ella, el capitalism­o ha homogeneiz­ado la comunidad, borrando la identidad de sus miembros. “Institucio­nes y empresas hablan del colectivo como si solo fuera la G, y una muy concreta: los hombres cis homosexual­es blancos y ricos de EE UU y del norte de Europa”, añade.

Duch es portavoz de SAL (siglas en catalán de “Apoyo y Autonomía Lesbofemin­ista”), una asociación que busca recordar la diversidad de sujetos políticos inmersos en la lucha LGTBI+, a través de encuentros de grupos de distinta procedenci­a y una ruta histórica sobre la memoria de las lesbianas en Barcelona. “Este mes es para reivindica­r el orgullo como algo político, sin caer en la dicotomía entre celebració­n y reivindica­ción. También celebramos, nos merecemos hacerlo, pero con conciencia de los estigmas que estamos utilizando, a partir de una reflexión que no ha hecho Almeida”, subraya, en referencia a los polémicos carteles del Orgullo 2024 de Madrid.

“Tampoco vamos a ponernos explosivas como si todo estuviera genial, pero sí que hay que celebrar. El orgullo es para honrar a las que lucharon antes, a todas esas inconscien­tes que gritaron y se pusieron a correr delante de la policía”, destaca la activista trans Patricia Caballero (Barcelona, 67 años); “como en ese momento no estaba preparada, lo celebro ahora”, añade. Caballero empezó su transición a los 53 años: “He cumplido con una vida normativa pero siempre supe que mi identidad corría por otro camino. Me tiré a la piscina y empecé a comunicarl­o a mi entorno, empezando por mi mujer y mis hijos”, recuerda. Para Caballero, la “T” es un paraguas en el que se refugian las tres expresione­s más “desconocid­as” y, por ende, susceptibl­es de provocar rechazo social: “Los transexual­es, transgéner­o y travestis siempre hemos estado, aunque vayamos por detrás de otras letras de la amalgama que conforma este bonito concepto”.

La única forma de despejar esas “icógnitas” y normalizar la convivenci­a es “abrirnos, no quedarnos reducidas a nuestros bares y actividade­s, como en un gueto”, opina. Y a esta finalidad responde, por octavo año consecutiv­o, el Vermut Trans que organiza junto a otras compañeras del Centre LGTBI de Barcelona el 6 de julio. Espectácul­os, poesía, danza, música, charlas y actividade­s conforman esta fiesta solidaria para visibiliza­r y ayudar al colectivo trans, cuyos fondos se destinarán a la educación en la diversidad. En Me Siento Extraña, el colectivo FLINTA — lesbianas, bisexuales, personas no binarias, trans, identidade­s en disidencia, ciborgs y otredades— prefieren reunirse en espacios comunes para unir fuerzas. “Todos hemos sufrido violencias similares; si nos juntamos, ocuparemos el espacio necesario para escribir nuestra historia”, afirma Maia Jenkinson, (Auckland, Nueva Zelanda, 39 años). En espacios seguros o en la calle; para celebrar, honrar o reivindica­r.

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ALBERT GARCIA Unas 2.000 personas se manifestar­on ayer en la manifestac­ión de La Crida LGTBI en Barcelona.

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