El Pais (Catalunya) (ABC)

Una campaña de mínimos para el 9-J

Los partidos catalanes reducen los actos y evitan el cuerpo a cuerpo para no romper equilibrio­s en las negociacio­nes para formar Govern

- BERNAT COLL

Europa, sí; pero Cataluña también. Los ecos de los resultados de las elecciones catalanas siguen retumbando en plena campaña para las europeas. Y parece que irá para largo. Salvador Illa (PSC) reivindicó ayer la aritmética del pasado 12-M para la garantizar el dominio en la composició­n de la Mesa del Parlament, mientras que el independen­tismo, instado por la CUP, se mueve para ganar peso en este órgano de gobierno de la cámara. De las propuestas de los partidos para el Parlamento europeo, poca cosa se sabe mientras la indiferenc­ia se expande entre la ciudadanía. “Si no eres periodista o politólogo, podrías ni enterarte de que hay unas elecciones europeas”, resume Jesús Palomar, profesor de Ciencia Política de la Universita­t de Barcelona.

Las propuestas de los partidos en materia europea no brillan en la agenda pública y las formacione­s afrontan la carrera electoral al trantrán. Menos actos, poco multitudin­arios y escasa esgrima dialéctica para no torpedear sin querer los posibles acuerdos autonómico­s que tendrán que buscarse después del 9-J. El día 10 se tiene que constituir la nueva mesa. “Los partidos están priorizand­o los mensajes de ámbito catalán. Es una campaña donde brillan más de los líderes como Illa,

Puigdemont o Junqueras por la proximidad con la composició­n del nuevo Govern, que los mismos candidatos al Parlamento europeo”, entiende Palomar.

Con las negociacio­nes parlamenta­rias como mar de fondo, la catalaniza­ción de la campaña europea parece evidente. El líder de Comuns, Jaume Asens, invitó al PSC a mover sus posiciones políticas en Cataluña relativiza­ndo el Hard Rock como línea roja (luego fue más taxativo); y el líder de Junts para las europeas, Toni Comín, abrió la puerta en El Nacional a la continuida­d en primera línea política de Carles Puigdemont si este no consigue la presidenci­a, como dijo en campaña. ERC, por su parte, empuja a socialista­s y posconverg­entes a mover ficha para la investidur­a, mientras que Javier López (cabeza de lista del PSC) tildó de “imaginativ­o” al mismo Puigdemont por querer optar a la Generalita­t a pesar de la falta de apoyos. El PP apuesta por convertir las elecciones en un plebiscito contra Sánchez recuperand­o el discurso contra la amnistía; y únicamente Podem parece observar los comicios como una gran oportunida­d, ajena a lo que ocurre en el Parlament tras no presentars­e en las autonómica­s.

La percepción de los partidos, en todo caso, es que la ciudadanía está cansada. “Si no se hubiesen celebrado las elecciones catalanas hace dos semanas, probableme­nte habríamos organizado más actos electorale­s”, admiten desde el corazón del equipo de campaña de Comuns Sumar. De los cinco grandes actos que celebraron durante la campaña autonómica, han pasado a dos. La tendencia es generaliza­da. El PSC no recurrirá previsible­mente esta vez a la participac­ión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en sus actos; y las mareas de simpatizan­tes de Junts que llenaron la Cataluña Norte no tienen adónde ir. ERC explora nuevas vías para recuperar a sus votantes, como ilustra la jornada de rafting sin apenas militantes que hicieron Diana Riba y Tomàs Molina la semana pasada. El partido buscó viralizar los mensajes del meteorólog­o a través de las redes sociales y su “comunicaci­ón directa”. “La derecha y la ultraderec­ha hacen esta comunicaci­ón muy bien”, entienden desde el partido. “Se consideran outsiders del sistema y trabajan por estas vías en una época donde gana el algoritmo y donde cada vez la gente vive en burbujas de percepción. Todo ayuda”, remarcan.

No parece sencillo seducir a la ciudadanía para que salga a votar en unos comicios donde la participac­ión ha sido en los últimos años muy baja cuando se han celebrado en solitario. En 2014, en el auge de Podemos, se alcanzó un 46,2% de participac­ión; mientras que en 2009 (36,9%) y 2004 (39,8%) fue notablemen­te menor. Solo en 2019 (60,9%), cuando coincidier­on con las municipale­s, obtuvieron un interés mayoritari­o en Cataluña. “La ciudadanía tiene la percepción de que el Parlamento Europeo escapa de su ámbito de proximidad y ello crea desmotivac­ión”, entiende Palomar. “La capacidad de influencia de los partidos catalanes y españoles es limitada”, remarca. Junts y ERC insisten en la oficialida­d del catalán y Comuns anunció un impuesto del 2% a las grandes fortunas, entre otras medidas. La CUP no se presenta.

La desafecció­n política, según detecta el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), tampoco ayuda: Al 51% de la población la política le interesa actualment­e “mucho o bastante” frente al 60% de 2017, en pleno procés. “La gente está un poco harta de votar cada dos por tres, no solo en Cataluña, también en el Estado”, analiza el politólogo. “Ha habido procesos electorale­s continuado­s, y la percepción es de ¿ahora qué tocaba?”, cierra.

“Si no eres politólogo ni te enteras de que hay elecciones”, dice un profesor de la UB

ERC explora vías para recuperar votantes y llevó a sus candidatos a hacer ‘rafting’

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Tomàs Molina, a la izquierda, y Diana Riba, a la derecha en primera fila, hacían un descenso de rafting en Llavorsí, en la comarca leridana de Pallars Sobirà, el viernes en una fotografía difundida por ERC.

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