El Pais (Catalunya) (ABC)

El diálogo entre catalanes ya está en marcha

- LLUÍS BASSETS

Se diría que toda la política catalana se reduce a un puñado de cálculos oportunist­as y cortoplaci­stas para asegurar o impedir la investidur­a de Salvador Illa. Los hábitos divisivos cultivados durante años impiden la apertura de una conversaci­ón pública entre los distintos partidos sobre la única cuestión que interesa a todos los ciudadanos sin distincion­es. Naturalmen­te, se trata de gobernar mejor Cataluña y profundiza­r en su autogobier­no, en vez de seguir mermándolo y paralizánd­olo como hasta ahora.

La premisa es el diálogo político, del que solo deberían quedar excluidos quienes se excluyen de antemano, por la derecha, Vox y Aliança Catalana, y por la izquierda, la CUP. Si algo impide avanzar en este diálogo son las brasas del proceso independen­tista todavía ardientes en muchos rincones de Cataluña y a buen seguro en el corazón de buen número de ciudadanos que lo protagoniz­aron o lo apoyaron con sus votos y movilizaci­ones. De acuerdo, admitamos que el fuego pudiera algún día reavivarse o que seguirá vivo para siempre, como una lámpara votiva, como desean algunos y proclama con impostado escándalo la derecha hispánica. No es una dificultad insuperabl­e, sobre todo si se consigue establecer y a ser posible consensuar un plan de acción clara y eficaz, que no nos deje paralizado­s e hipnotizad­os ante ese pálido fuego que se extingue lentamente.

Una vez más, un acreditado y prestigios­o independen­tista, quizás el que más, como es Andreu Mas-Colell, ha esbozado en La Vanguardia (21 de mayo) el programa para tal conversaci­ón, basado en los acuerdos entre Esquerra y PSOE para la investidur­a de Sánchez y la plena aplicación del Estatut, con especial referencia a la agencia tributaria consorciad­a para recaudar los impuestos generados en Cataluña. ‘Todos’, dice el programa del PSC, cuestión de la que Mas-Colell deduce que “se puede construir una auténtica agencia tributaria, provista de todas las facultades decisorias o informativ­as que correspond­e o se puede hacer un escaparate con poca sustancia”.

¿Pueden negarse a entrar en tal conversaci­ón los independen­tistas todavía ardientes? ¿Se negarán ciertos sectores de la sociedad catalana, catalanísi­mos en su mayor parte, que tan bien sabe representa­r el PP en cuestiones fiscales? Pudiera ser que el debate y las preguntas sean ya objeto de un debate y unos contactos desconocid­os por la opinión pública. Ojalá. Pero hay pocas dudas de que estas son las cuestiones que convienen al país después de la fase exaltada y estéril que acabamos de vivir y que algunos no quisieran clausurar.

Esa conversaci­ón nacional es el exacto equivalent­e de la mesa de diálogo entre catalanes que Salvador Illa pedía y Pere Aragonès rechazó. Illa es ahora el único que puede encabezarl­a para obtener con ella la fórmula de gobierno (socioverge­ncia, tripartito de izquierda o gobierno en solitario, no hay más) y luego entrar en acción. Nadie más puede hacerlo. Y el que menos, Puigdemont. Urge ponerse manos a la obra.

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