El Mundo Madrid

Invocación de José María Álvarez (poeta)

ABRE UN ‘POP UP’ EN NOVICIADO HASTA EL 20 DE JULIO

- ANTONIO LUCAS

De todos los poetas de la poesía y de tantos presuntos que zascandile­an en los alrededore­s, no había otro ni otra más dispuesto a querer ser literatura. Letra absoluta. Poema incluso, como prefería Jaime Gil de Biedma. Desde el sábado podrá cumplir su deseo, porque José María Álvarez ha muerto. A los 82 años. En Cartagena, su Alejandría, su Venecia, su Maracaibo, su San Petersburg­o, su Buenos Aires, su Estambul. Qué más da. Álvarez vivía en sus versos y lo que sucedía fuera sólo era alpiste para la escritura, por eso se adornaba de cuanto le seducía. Fue el más distinto de los poetas de la antología Nueve novísimos poetas españoles, con la que el crítico Josep Maria Castellet partió en dos las aguas de la poesía de los años 70.

A la totalidad de su obra poética le puso un título general: Museo de cera. Y a lo ancho de seis décadas alimentó ese proyecto. También estudió Filosofía y Letras. Viajó. Fumó. Sedujo. Escribió novelas. Volcó al español a Stevenson,a Cavafis,a Shakespear­e... Deja también algunos ensayos. Pero José María Álvarez era el último ejemplar de un linaje ya sin tierra. El último bucardo de una manera huracanada de apurar las pasiones de la poesía. Es más: vivía como el único ejemplar de una tribu no contactada que esperaba a los invasores con un montecrist­o. Hace años se separó un poco del mundo porque ya no encontraba sitio entre «la fatuidad». Él, creo recordar, decía «la fatuidad». Vivió en París por temporadas.

Si el dandismo existiese en España, José María Álvarez podría ser el maestro de la logia. Pero como no es así, José María Álvarez ejerció entonces de extravagan­te. Cultísimo, algo pirata, vividor de buen timbre. La biblioteca de su casa era la recreación de un barco ebrio sin timón y con timonel. El reflejo de su alma adobada de lecturas formidable­s, de tabacos bien prensados, de gin tonics oportunos. Hace mil años que dejé de verlo, pero tengo el recuerdo vivo de aquel hombre de ojos azules, melena algodonada y ondulacion­es perfectas. Siempre a punto de ir o de venir, pero evitando estar quieto.

José María Álvarez existió, aunque a veces pareciese extraído de una narración suntuosa y decadente, lampedusia­na del todo. Vino a celebrar que vino. Un gozador dispuesto a no disimularl­o. En 2022 publicó el último de sus libros de poemas: Non, je ne regrette rien, en la editorial Renacimien­to. El título lo trajo de la canción de Edith Piaf: No, no me arrepiento de nada. Y no es un conjunto de despedida, sino de desengaño, de peso del tiempo. De saber que esto acaba. Qué excelente poeta raro. Museo de cera es un título magnífico para una vida larga entregada a la escritura. En valentía. Y en belleza.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain