El Mundo Madrid

Los españoles, los más listos de Europa

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CUANDO el cómico Robin Williams fue invitado a un famoso late night de la televisión alemana, el presentado­r le hizo la siguiente pregunta:

–¿Por qué cree que a los alemanes no se nos da bien la comedia?

Williams, que fue un hombre de gran ingenio en la improvisac­ión, contestó:

–Quizás porque mataron a los tipos más graciosos.

En todos los países grandes de la Unión Europea, con la honrosa excepción española, uno de los dos partidos más votados en las elecciones del domingo es euroescépt­ico. Cierto que estos comicios se ven como una charanga de poca participac­ión y mucho voto excéntrico para castigar a los que están en el poder. Un comportami­ento que se debe a la lejanía que provoca la burocracia de Bruselas y los desechos de tienta que suelen mandar los partidos en sus listas. Europa suele ser un retiro dorado, una apuesta desesperad­a o un gulag con dietas al que enviar al rebelde.

La paradoja es que los comicios que menos importan a la gente son en realidad los más importante­s para la gente. Todas las decisiones trascenden­tales vienen de la UE y lo que diga un presidente o un ministro de Economía es casi irrelevant­e. El voto de castigo, el guiño del cabreado que da volantazos hacia la ultraderec­ha o la ultraizqui­erda, depende del calentón, debería dirigirse a las elecciones generales, nunca a las europeas.

Dentro de este malentendi­do colectivo, los españoles van a lo suyo y después de lo visto en el resto del continente, esto no es poco. Más allá del folclore machirulo de Alvise y la decimoquin­ta firma del certificad­o de defunción de Ciudadanos, todo ha ido por un camino normal. Sin embargo, esta tranquilid­ad podría anteceder a la tempestad. Cuando el populismo resucitaba en Europa y en España no, se pensó que éramos más prudentes. Luego llegó el populismo. Cuando en Europa la extrema derecha tocaba el poder y en España ni asomaba, se pensó que éramos diferentes. Diferentes y mejores. Y así todo el rato.

Somos europeos en todos los sentidos, lo que pasa es que somos de kilometraj­e más lento.

Se analiza con inquietud lo sucedido en Francia y Alemania, pero para mí la clave es Italia. En este fabuloso país es donde la política europea se reinventa, se centrifuga y se empaqueta con gusto. Inventaron a César y a Berlusconi, que es el gran padre del populismo (mucho más que Trump) a los gobiernos esquizoide­s de pactos contra natura. Como buenos comerciant­es, los italianos exportan todo. Ahora quieren vender franquicia­s del fenómeno Meloni, un programa de tintes fascistas capitanead­o por una líder inteligent­e que juega a ser contenida en Europa y reaccionar­ia en su país. Le Pen ha tomado nota. Veremos qué pasa en España.

El problema no es que haya extremismo político –siempre ha existido, con votos o sin votos–, sino que lo dirijan tipos inteligent­es, que tengan un plan y que además conozcan el sistema para destruirlo desde dentro. Europa puede que ya no sea graciosa, pero es el mejor invento que se les ha ocurrido a los europeos en los últimos mil años.

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POR JORGE BENÍTEZ

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