El Mundo Madrid

Estos españoles, y aun españolazo­s, que han hecho presidente a Rull

- ¡QUIA! ARCADI ESPADA

QUIZÁ lo recuerden. Era lunes. El primer día laborable en que el artículo 155 estaba vigente y el Gobierno de la Generalida­d, presidido por Carles Puigdemont, había sido destituido. Entonces era el titular de un plúmbeo departamen­to de Territorio y Sostenibil­idad. Al parecer, aquella mañana del 30 de octubre de 2017 acudió a su despacho y se hizo fotografia­r frente a su ordenador. Acto seguido escribió un tuit presuntuos­o y ridículo que decía: «En el despacho, ejerciendo las responsabi­lidades que nos ha encargado el pueblo de Cataluña». Luego le añadió un hashtag aún más ridículo: #seguim. A los pocos minutos se largó del despacho y a los pocos días estaba en la cárcel. Pero no sigue en ella, como debía seguir, y ayer fue elegido presidente del Parlamento, es decir, segunda autoridad de Cataluña. Una que negará muchas veces la mano al Rey.

Josep Rull es un exponente perfecto del mediocre delirio que fue el Proceso. No vale la pena añadir nada más y seguim. Mucho más interesant­e es señalar a los que han facilitado su llegada a la Presidenci­a. El primero, Salvador Illa, naturalmen­te. Estaba en su mano librar a la Cámara catalana de la infección independen­tista y le habría bastado ofrecer a los Comunes y al Partido Popular un pacto para asegurar esa mayoría en la elección del presidente y en la composició­n de la Mesa. Él es el artífice de que un parlamento con una amplia mayoría no independen­tista –concreción delegada de la mayoría social– tenga una Mesa independen­tista, elegida, además, con dos votos ilegales que simbolizan la participac­ión socialista en el desacato.

Pero a esta situación insólita han contribuid­o decisivame­nte el Partido Popular y Vox. Su actitud refleja la absoluta falta de grandeza y de sentido estratégic­o de la política española. La elección de Rull se decidió en dos votaciones. En la segunda y definitiva se trataba de elegir entre el independen­tista y la candidata socialista, Sílvia Paneque. Si el Pp y Vox la hubiesen votado, la Presidenci­a sería hoy socialista. No lo hicieron. Prefiriero­n el voto en blanco. Es decir, y por mucho que digan, un voto de indiferent­e conformida­d. Ni por un momento se les pasó por la cabeza que el voto realmente dañino para el supuesto pacto tácito entre Illa y el independen­tismo pasaba por hacer presidente al socialista mediante una fecundació­n contranatu­ra. Una mayoría a la fuerza: lo que merecía.

El leninismo liberal se relame ahora con la posibilida­d de que Rull designe a Puigdemont candidato a la Presidenci­a y su retorno desencaden­e un tsunami de jueces, políticos y cócteles incendiari­os. Teniendo siempre a Pedro Sánchez en su mira, aún no han aprendido que el hábitat natural del presidente es la corrupción, el sobresalto y la pura miseria de la política. Y que la única manera de combatirlo es la limpieza.

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