El Estado palestino como solución
EN PLENA campaña de las catalanas, el ministro Albares ha dicho que el Gobierno va a reconocer a Palestina como Estado el 21 de mayo. El viernes fue a anunciar la noticia a los americanos y el Canal 24 horas retransmitió en directo el evento. Desde hace 12 años Palestina es «Estado observador no miembro» de Naciones Unidas. La Asamblea General amplió también este viernes los derechos de Palestina en calidad de observador, aunque su ingreso de pleno derecho en la Organización es imposible por ahora dado que necesita un informe favorable de la mayoría del Consejo de Seguridad.
La Convención de Montevideo recuerda que el Estado es, antes que una realidad jurídica, una realidad fáctica en la que confluyen una población, un territorio y un gobierno con capacidad para mantener relaciones con otros Estados. Es decir, que el reconocimiento formal no predetermina la existencia del Estado. Palestina hoy no parece una realidad política: la población y el territorio están destruidos por la diáspora y la colonización practicada por Israel, mientras que la Autoridad Palestina controla con dificultad Cisjordania. Gaza ha quedado a merced del sistema de clanes que ha impuesto Hamas.
Moshe Zimmermann, historiador israelí, recordaba recientemente la futilidad de la estatalidad: el sionismo ha vuelto a fracasar después de que Hamas perpetrara un pogromo contra el pueblo judío en suelo israelí. Desde el otro lado, tampoco se ha explicado qué aportará a la grave situación actual el reconocimiento de Palestina como un Estado hoy por hoy impracticable. Quizá solo se trate de una satisfacción moral para aquietar la mala conciencia occidental. La postura española es una declaración de principios que pone la política exterior al servicio de la agenda política de un Gobierno que está por las causas buenas, pero que por exigencias del realismo migratorio ha dejado a los saharauis en la estacada.
Nadie es capaz de imaginar cómo parar la guerra en Gaza ni cómo solucionar el conflicto en Oriente Medio. Quizá haya que empezar por reconocer que este es un problema colonial heredado de la II Guerra Mundial y que el orden institucional creado después de esa guerra es incapaz de gobernar un mundo muy distinto que se desintegra a gran velocidad.