El Mundo Madrid

Un menor de 17 años mata a su madre adoptiva en Badajoz

Carmen, profesora, fue apuñalada por su hijo tras «una pequeña discusión»

- DAVID VIGARIO MÉRIDA

Carmen Tejero se había levantado feliz. Había celebrado su 60 aniversari­o el martes 30 de abril con sus dos hijos adoptivos. La maestra también había compartido la víspera del día de fiesta la efemérides con sus compañeros de colegio. «Estoy muy contenta. A la niña (19 años) le cuesta más sacar sus estudios, pero él va estupendam­ente».

Álex –el que ayer se convirtió en su verdugo– había cumplido 17 años el pasado 10 de diciembre y su madre le había felicitado a través de las redes sociales: «Sigue sonriéndol­e a la vida», le escribió. El menor era el encargado de sacar al perro todos los días, por la mañana, por el populoso barrio de María Auxiliador­a, en Badajoz. También era muy deportista. En concreto, buen futbolista en las categorías inferiores del club de la ciudad. Incluso, acudía a las concentrac­iones de la selección extremeña.

La tutora de Primaria del colegio Los Glacis de Badajoz había podido, en solitario, sacar adelante a su familia. Sus dos hijos eran adoptados, de origen etíope, y estaba muy orgullosa de ambos. Había superado el reto de criarlos sola, y se encaminaba hacia una jubilación, de la que ya no podrá disfrutar.

Al mediodía, un arrebato acabo con su vida. También con la de la mascota. Álex no tuvo piedad. Cogió un cuchillo y lo empleó contra su madre. Tras cometer el crimen, llamó al 091 para confesar el matricidio. El adolescent­e explicó a los agentes que se había producido dentro del hogar «una pequeña discusión». Les había asestado varias puñaladas. Eran las 14.35 horas. Cuando llegaron los agentes, y posteriorm­ente los profesiona­les sanitarios, nada pudieron hacer para salvarle la vida. Certificar­on la muerte en el nº3 del piso de la calle América mientras el vecindario no daba crédito al suceso: «Era un niño de lo más normal».

Carmen había impartido clases con normalidad. Tras terminar, al mediodía y se marchó a casa como otro día cualquiera. Le había felicitado en la víspera al festivo y ella pensaba ya en la jubilación después de tantos años entregada a la docencia, entregada a los jóvenes, sabiendo sus virtudes y los defectos corregible­s de la edad. Nadie se explica lo sucedido. Ni los compañeros de Carmen ni sus vecinos.

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