LE KUN, BUENOS APUNTES CULINARIOS Y POSTUREO
Cuando una profesional de amplio recorrido en la dirección de ventas en empresas de hostelería y en la organización de eventos, como es la canaria -de raíces navarras- Izaskun Albéniz, se lanza a abrir su propio restaurante, es evidente que ya conoce el negocio y las mejores fórmulas de marketing y también cómo aprovechar las modas actuales. Y no se arredra en busca de la mayor visibilidad posible: se ha instalado en plena Milla de Oro madrileña mesonera madrileña, en el callejón de Jorge Juan, rodeada de bares y restaurantes celebérrimos. Y hemos ido a comprobar el resultado al cabo de unos pocos meses de funcionamiento.
El local es alegre, con una decoración más bien abigarrada pero luminosa. La propia propietaria echa un vistazo a la sala de vez en cuando, y mientras tanto se la ve sentada con amigos en una de las mesitas de la terraza, que es el propio callejón. En éste no hay más restaurantes, aunque a unos metros, en la propia Jorge Juan y en el vecino callejón de Puigcerdá, veamos un verdadero tropel de nombres muy conocidos, desde El Paraguas, La Máquina y Lobito de Mar hasta Robata, La Bien Aparecida, Amazónico... La competencia es fiera.
Le Kun –nombre divertido, que ha llevado a alguno en Internet a describirlo como «restaurante chino»– parece diseñado, no para competir contra los más famosos gastronómicamente, sino para convertirse en lugar simpático donde reunirse, tapear, copear y, también, por qué no, almorzar o cenar si se tercia.
No le falta interés a su cocina, pero no parece la mayor prioridad, el nombre del cocinero no aparece por ninguna parte y el servicio también está prendido con alfileres, con una única –y muy amable– camarera para servir a toda la clientela. Los platos, por cierto, salen a ritmo más que pausado de la cocina, donde uno intuye que no hay muchas
personas al frente de los fogones: el otro día, sin estar lleno el restaurante, al cabo de hora y media solamente habíamos comido el primer plato.
DE 60 A 80 €
TEL:
659 70 09 06
En fin, atribuyámoslo a una fase inicial de asentamiento, porque los platos que finalmente catamos tenían un buen nivel, junto a algún detalle de esos superfluos pero muy de moda, como añadir a una ensaladilla rusa, aparte de unos langostinos tigre ricos, unos granos de ese hoy ubicuo caviar, que justifican llevar el precio del platito hasta los 20 euros... En otro entrante rico el esnobismo está en meter muchas palabras en inglés: «Lobster roll new port» (suponemos que querrá decir Newport, Rhode Island, capital del bogavante en Estados Unidos), servido sobre brioche, con pepinos encurtidos y «chilli garlic mayo» (lean ustedes: mayonesa al chile y ajo).
Muy dignos fueron dos platos principales de carne: una milanesa de pollo (francés, precisan ellos) con tartufata (salsa de trufa de verano) y huevo a baja temperatura, y el bien cortado y jugoso tartare de vaca rubia gallega sobre brioche con wasabi y –¡ay!– más caviar. Se termina con un buen flan de leche de oveja.
La carta de vinos, muy irregular, contiene alguna sorpresa agradable, como el Mandolas, el vino seco de uva furmint que Vega Sicilia elabora en su bodega húngara Oremus, en Tokaj. «¡Huy, los clientes siempre dicen que no conocen este vino!», nos dijo la camarera cuando lo pedimos. Muy agradable... y más que asequible, y no digamos para ser de Vega Sicilia.
El restaurante ofrece una originalidad –aunque ya se va extendiendo por Madrid–, un colmado dentro del propio local donde venden diferentes conservas y embutidos de alta calidad para llevar producidos especialmente para la casa.
En resumen, hay una cocina prometedora en Le Kun pero una estructura muy justita, y sobran algunos esnobismos, sin duda muy de Jorge Juan. Es posible que eso sirva para competir por la clientela del barrio de Salamanca frente a tantos restaurantes vecinos, pero la cocina y el servicio siempre deberían ser lo más importante. Aquí, de momento, ya apunta la cocina.