El Mundo Madrid

El misterioso vándalo que ha intentado matar cinco veces al milenario tejo de San Cristóbal

EN FEBRERO PASADO, EL SEPRONA LO SORPRENDIÓ CUANDO IBA A SERRAR OTRA VEZ SUS RAÍCES

- ANA MARÍA ORTIZ

El primer ataque contra el tejo milenario –se le calculan 1.260 años y está entre los 10 árboles más antiguos de España– se produjo en agosto del año pasado. Una vecina de San Cristóbal de Valdueza que salió a dar un paseo y se detuvo a contemplar­lo, como hacen todos cuando pasan cerca, fue la que alertó del destrozo. «Vino en seguida y me dijo: ‘Le han hecho un corte al tejo’», cuenta Begoña Magdalena, la alcaldesa pedánea de este pueblo dependient­e de Ponferrada (León) y en el que residen unas 70 personas.

Al árbol, incluido en el Catálogo de Especímene­s Vegetales de Singular Relevancia de Castilla y León, ya de por sí mayor y enfermo, alguien le había hecho daño donde más podía dolerle. Le había serrado una tajada en una de las raíces por la que se alimenta. «Se llevó la cuña, metió dentro una pequeña cruz de madera en la que ponía‘Lourdes’, y tapó el hueco con la corteza del tejo», explica la alcaldesa pedánea. «Por la cruz, pensamos que se trataba de algún tipo de ritual, pero pronto vimos que no, que era vandalismo puro y duro», añade.

En nada supieron que no se trataba de un acto ceremonial porque otro ataque similar se repitió al poco y en esta ocasión no habían dejado cruces ni amuletos, sólo una cuña de la raíz cortada, como la vez anterior. Los vecinos de San Cristóbal comenzaron entonces a aumentar la vigilancia en torno al árbol, a recorrer los 500 metros que lo separan del pueblo –se encuentra pegado a los muros de una antigua ermita que hoy hace de cementerio– con más frecuencia para revisarlo. «Estábamos alerta por si veíamos a alguien extraño, a ver si lo podíamos pillar. Pero esto es un pueblo de paso, viene mucha gente porque es una zona muy bonita, está muy cerca del Valle del Silencio... Hay veces que hemos contabiliz­ado hasta 125 coches en la zona que tenemos para aparcar», explica.

Tras la primera agresión en agosto, otras cuatro se sucedieron en los meses siguientes sin que los de San Cristóbal pudieran cazar al autor. «Cada vez que veía un corte me dolía como si me estuvieran cortando a mí, porque el árbol es un emblema del pueblo y una atracción para los turistas». No recuerda Begoña exactament­e qué día de febrero fue, pero sí que le había tocado turno de noche en el hospital donde trabaja como sanitaria. «Llegué a casa a las ocho y media de la mañana, me acosté a dormir y a la una del mediodía saque al perro y fui hasta el tejo a dar una vuelta. No había ningún corte ni nada, estaba como el día antes. Por la tarde volví, llegué sobre las seis y ya lo habían cortado», cuenta.

Entre medias, el Seprona, que se había hecho cargo de la investigac­ión en enero, había logrado pillar in fraganti al supuesto responsabl­e. «Lo cogimos cuando estaba con la sierra cortando las raíces», explica el cabo de la Guardia Civil al frente del dispositiv­o. El agresor, un hombre de mediana edad con residencia en Valladolid –a 250 kilómetros

Ubicado en San Cristóbal de Valdueza (León), se le calculan 1.260 años de edad y está considerad­o entre los 10 árboles más antiguos de España. Desde agosto pasado ha sufrido cinco ataques que han puesto en peligro su superviven­cia. Un vecino de Valladolid, pero oriundo de la zona, ha sido imputado como presunto autor. «Me gustaría conocerlo y preguntarl­e por qué», dice la alcaldesa pedánea

de distancia de San Cristóbal– pero oriundo de la zona, está imputado por un presunto delito de daños a elementos del patrimonio histórico, científico, cultural o monumental, recogido en el artículo 323 del Código Penal y que conlleva penas de seis meses a tres años de cárcel.

«¿Por qué ha hecho esto? ¿Por qué cogió fijación con el tejo? A mí me gustaría conocerlo en persona y poder preguntarl­e porque es inexplicab­le», dice Begoña, quien no dispone de más datos del vándalo.

Desde 2009, la Junta Vecinal de San Cristóbal y la asociación A Morteira –dedicada al estudio y conservaci­ón de los árboles– se encargan de la custodia del tejo, y el botánico Bernabé Moya, de vigilar su estado de salud. El experto ha diagnostic­ado, nos trasladan desde A Morteira, que si el árbol ya estaba viejo y enfermo de por sí, tras estos ataques, su estado es preocupant­e. A la misma conclusión –los daños son graves– ha llegado el equipo de la Escuela de Ingeniería Agraria y Forestal ubicada en el Campus de Ponferrada (León) que se ha encargado de evaluar cuánto le han afectado al árbol los cortes.

El pueblo de San Cristóbal comenzó a implicarse seriamente en el cuidado del tejo cuando, hará dos décadas, el botánico mencionado, Bernabé Moya, acudió a la localidad y les dio una charla sobre su singularid­ad y el peligro que corría. El experto realizó entonces un primer estudio al tejo en el que lo midió milimétric­amente: 14,93 metros de altura, 4,75 metros de perímetro de tronco, 18,91 de diámetro de copa. Tras escucharle, los vecinos dejaron, por ejemplo, de grabar iniciales o hacer dibujos en su tronco. El tejo tiene tallados un «Iván y Lore», un «L S» o una cara, heridas de hace más de tres décadas que ya han cicatrizad­o, cuenta Begoña.

EL TEMPORAL ‘FILOMENA’

En el invierno de 2021, por culpa del temporal Filomena, sufrió otro importante percance al perder, azotado por el viento, una rama central que estaba agrietada. Un vecino aprovechó las ramas secundaria­s de esta pieza caída para esculpir pequeños objetos que repartió entre los vecinos. «Yo tengo un par de llaveros y una carraca. Todos en el pueblo tenemos algo del tejo. Y el tronco grande, lo colocamos en el patio de la escuela», dice la alcaldesa pedánea, que le calculó a la rama 130 años de antigüedad. Lo hizo contado los anillos que tenía la pieza por dentro, a un año por aro.

Puede estar Begoña Magdalena horas contando las anécdotas y leyendas que circulan en torno al árbol. Como las heridas de bala que tiene dentro: «Aquí hubo un cuartel de la Guardia Civil y en la Guerra Civil o después de la guerra la diana donde aprendían a tirar era el tronco del tejo, que está lleno de metralla». O el veneno que albergan sus frutos: «Da unas bayas rojas, que son como cerezas y son tóxicas. Los celtas, que lo considerab­an sagrado, machacaban las pepitas que tiene el hueso negro, porque contiene cianuro, y untaban las puntas de las flechas cuando atacaban al enemigo. Mi marido y mis hijos se han comido las cerezas, sin tragarse el hueso, que es donde está el veneno, y no les ha pasado nada. En el pueblo lo han hecho todos. Yo no, porque soy más cagona», cuenta.

Nos referimos en todo momento del tejo pero en realidad se trata de la teja, puesto que es de sexo femenino. Se sabe por el color de las bayas, rojo en el caso de las hembras, explica Begoña. «No me gustaría verlo morir. Espero morirme yo antes de que se muera el árbol, pero no sé cuántas generacion­es más lo verán porque le ha hecho mucho daño», dice antes de despedirse.

NOTA BENE JUAN CLAUDIO DE RAMÓN Demonios de la Pampa y la Meseta

NO ES LO mismo mentir que decir una mentira: se puede afirmar algo falso creyendo de buena fe que es verdadero. Es una reflexión que me hago a menudo escuchando a no pocos líderes políticos: ¿mienten o solo dicen mentiras? Porque para mentir con aplomo, para mentir con bravura –el mentiroso con mala conciencia se delata solo– nada más útil que aliñarse una ficción autocreíbl­e. La inconscien­cia ayuda a la impudicia y mentirá mejor quien crea que lo que dice es cierto. Un ejemplo nacional, recurrente como una madera podrida que la marea arroja cada poco al litoral mediático: que España es el segundo país del mundo tras Camboya con más fosas comunes. Afirmación absurda para cualquiera que conozca, aun somerament­e, la insaciable crueldad del siglo XX. Afirmación ya muy desmentida para quien haya querido enterarse. La falsedad sigue circulando: el año pasado la aventaba el propio presidente de Gobierno; hace tan solo unos días lo hacía el ministro de Memoria Democrátic­a: ¿nos mentía o decía una mentira?

Algo parecido ocurre en Argentina. He leído con gran interés la crónica de Sebastián Fest que traía este periódico acerca de las tribulacio­nes memorialis­tas de aquel gran país. Al parecer, existen allí dos cifras de desapareci­dos a manos de la sanguinari­a Junta Militar. La cifra oficial dice que fueron 8.961; la cifra política dice que 30.000. Nadie cree que la cifra oficial sea la real: pudieron ser más. La cifra política, en cambio, es totémica: no se puede cuestionar. En otro reportaje sobre el mismo asunto, publicado en el diario El País, se sostiene, con no pocas sinuosidad­es, esta curiosa tesis: contar a bulto está bien si es por una buena causa. Una tesis chocante en un diario que busca ofrecer informació­n veraz. Aún más extraño es que eso lo defiendan los militantes de la llamada memoria histórica: es casi como si les importara más el uso político de los víctimas, favorecido por el redondeo, que las propias víctimas.

No es el único paralelism­o que emerge con España. La transición argentina se apoyó en un consenso en torno a dos violencias –dos demonios, se dice a veces– juzgadas y superadas: la militar y la guerriller­a. El kirchneris­mo –leemos– quebró la visión de que había que criticar ambas: solo era condenable la de la dictadura. También nuestra Transición tuvo como premisa implícita un reparto de culpas. También aquí, de Zapatero a esta parte, se ha vuelto herético hablar de las carencias democrátic­as del quinquenio republican­o. Es posible que a muchos la teoría de los dos demonios, en España y en Argentina, les parezca injusta, y es posible que una equiparaci­ón milimétric­a de maldades, en efecto, lo sea. Pero, relato por relato, mito por mito, siempre será preferible uno que se haga cargo del dolor y de las faltas de todos, que uno que ignore y silencie una parte. Mejor dos demonios que ángeles contra demonios.

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 ?? GUARDIA CIVIL ?? Todos los cortes realizados al tejo por el agresor son similares: serraba una ‘tajada’ de las raíces del árbol.
GUARDIA CIVIL Todos los cortes realizados al tejo por el agresor son similares: serraba una ‘tajada’ de las raíces del árbol.
 ?? ISIDRO CANÓNIGA / A MORTEIRA ?? El tejo de San Cristóbal de Valdueza (León), al que se le calculan 1.260 años.
ISIDRO CANÓNIGA / A MORTEIRA El tejo de San Cristóbal de Valdueza (León), al que se le calculan 1.260 años.
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