PATIO GLOBAL ROGER VANGHELUWE
Un documental sobre abusos y encubrimiento ha sacudido el país en los últimos meses
Hay una fuerte presión desde la Conferencia Episcopal local y el Gobierno en el Vaticano
QUIÉN. El religioso fue obligado a dejar el obispado de Brujas en 2011 al admitir que había abusado sexualmente, durante varios años, de sus sobrinos. Desde entonces vive en una discreta comunidad católica en Francia. QUÉ. Las autoridades belgas, políticas y eclesiásticas llevan años reclamando en vano a Roma que despoje de sus títulos a Vangheluwe. Algo que está empañando la esperada visita del Papa al país, la primera desde 1995 jado de la mano de Dios) agitó las aguas y no se han vuelto a calmar. La serie, que cuenta tanto los abusos como los encubrimientos masivos a lo largo de décadas, desencadenó una investigación parlamentaria y redadas. También multiplicó las peticiones para que las autoridades federales de Bélgica dejen de pagar los salarios de los ministros de religión, que incluyen no sólo a los sacerdotes y diáconos sino también a los laicos nombrados por los obispos.
Pero, sobre todo, la serie ha reavivado uno de los casos más dolorosos e inexplicables, el del obispo Roger Vangheluwe de Brujas, quien fue apartado en 2010 después de admitir haber abusado sexualmente de su sobrino. De varios sobrinos. Las autoridades han pedido una y otra vez a Roma que despoje a Vangheluwe de su título y del derecho a oficiar misa, pero no ha ocurrido. El propio primer ministro, Alexander de Croo, lo reiteró hace apenas unos días tras reunirse con el nuncio apostólico. «Una vez más he instado al Vaticano a retirar el título del obispo Roger Vangheluwe. Es muy importante para las víctimas», avisó. Y nada.
Hay en Roma un muro de silencio y complicidad. Cuando Francisco apareció por primera vez en la plaza de San Pedro al ser elegido, estaba acompañado del cardenal belga Godfried Danneels, muy cercano. Existe un audio en el que Danneels, ya fallecido, presionaba al joven abusado una y otra vez para que no acusara a su tío. En una reciente comparecencia en el Parlamento, el secretario de la Conferencia Episcopal, que ha pedido también que se tomen medidas más duras, fue claro: «Será difícil para el Papa Francisco tener una visita pacífica a nuestro país si no hay claridad sobre este asunto», apuntó exigiendo que haya también un tiempo dedicado a reunirse con las víctimas de los abusos.
El prelado, que tiene 87 años, lleva tres lustros apartado y viviendo en una comunidad francesa. Ha recibido diferentes presiones para que renuncie, facilitando acabar la crisis y cerrar heridas. Pero es demasiado tarde. Pedir perdón sirve de poco si todo queda en palabras.