La pregunta a la que nadie en Castro da respuesta: ¿Por qué?
LOS MENORES ERAN DOS ESCOLARES «EJEMPLARES»
Bajo los soportales del Ayuntamiento de Castro, frente a la entrada ayer blindada del colegio Menéndez Pelayo, en la dura rampa de acceso a la urbanización Paraíso donde residían, todas las conversaciones de vecinos, compañeros de colegio y curiosos repetían ayer: «¿Por qué?». Los dos hermanos, J. y E., de 15 y 13 años, han perpetrado un cruel parricidio que nadie en Castro Urdiales se atreve a explicar. Tras presuntamente apuñalar a su madre la tarde/noche del martes emprendieron una huida hacia ninguna parte y se ocultaron en el parque de Cotolino hasta que la Guardia Civil los detuvo. Los presuntos asesinos ya no portaban el cuchillo utilizado para el crimen, una prueba buscada por los agentes en los contenedores situados alrededor de la vivienda.
El asesinato de Silvia López multiplicó las alarmas en un municipio aletargado en invierno pero que en verano multiplica por cuatro a sus 32.000 vecinos. Los padres de J. y E., como miles de vascos, encontraron en esta localidad cántabra una vivienda confortable aunque los dos tuvieran que desplazarse todos los días hasta Llodio (Álava) y Barakaldo (Vizcaya), donde trabajaban. «Eran introvertidos», aseguraba la madre de un compañero de E. a la puerta del colegio. La dirección del Menéndez Pelayo rechazó hacer declaraciones mientras los alumnos, de uniforme y gesto serio, acababan una jornada escolar marcada por el suceso.
Dos escolares «ejemplares», según se repetía en la concentración vespertina convocada por la alcaldesa Susana Herrán, quien abrió un debate que se multiplicará los próximos días: «¿Qué es lo que esta pasando con la educación de los menores?», se preguntó rodeada de sus compañeros de Corporación y de decenas de vecinos. El Ayuntamiento cántabro decretó tres días de luto, suspendió los carnavales y se prepara para dar despedir a Silvia.
Silvia López Gayubas, de 48 años, trabajaba como celadora en el Hospital de Cruces en Barakaldo y daba clases de catequesis en la parroquia Sagrado Corazón de Castro Urdiales. Allí la vio por última vez el pasado martes el sacerdote Alejandro Castillo. Silvia, recuerda, estaba acompañada de sus dos hijos. «Los saludé como siempre,‘hola, J., hola E., ¿qué tal estáis’.‘Bien, bien’. Todo era normal», describe el sacerdote el rutinario encuentro. Nada hacía presagiar, asegura, que al día siguiente los hijos, quienes eran adoptados, originarios de Rusia, acabarían presuntamente con la vida de su madre. «Cuando he recibido la noticia, he pensado ‘¡qué calamidad!’, pero no se nos ocurrió pensar que se tratara de alguien conocido y mucho menos de Silvia, nos parece tan descabellado...», decía ayer, aún en shock y desconcertado.
«No puedo decir nada que explique lo que ha pasado. Ella era una muchacha normal, venía a misa los domingos con los niños, daba catequesis en la parroquia a los chiquitos de Primera Comunión y de Confirmación... Es una cosa que nos ha cogido a todos de improviso, algo que te sobrecoge, para nosotros es impensable», añadía insistiendo en que nunca detectó en los menores ninguna actitud anormal ni apreció que tuvieran problemas con su madre. «La gente de la parroquia no deja de llamarme, nadie sale de su asombro, no sabemos las causas, el porqué. En el colegio se comportaban bien, aquí bien, en la calle bien».
«Dos niños de buen comportamiento, no eran problemáticos, buenos estudiantes y nunca han presentado ningún conflicto», explicaba a este diario Julia Roces, directora de
En localidad no dan crédito a que los hermanos J. y E., de 15 y 13 años, dos chicos «normales», «de buen comportamiento» y «buenos estudiantes», hayan acabado presuntamente con la vida de su madre. «Es impensable», dice el sacerdote de su parroquia
la Fundación Educere, la entidad titular del colegio. «En el centro están conmocionados y ya se ha recurrido a psicólogos para poder afrontar lo sucedido con los compañeros, ya que esta situación es un golpe muy duro», contaba cómo se había procedido . El colegio, añadía, se había puesto en contacto con inspección educativa y había activado el protocolo establecido para estos casos.