El Mundo Madrid

La IA y la tecnofobia

- RAÚL DEL POZO

Vivimos en plena era digital, también llamada del conocimien­to, que no es parecido ni al del Renacimien­to ni al de Siglo de las Luces. Las democracia­s enferman y asaltan los capitolios. Pero la digitaliza­ción es tan trascenden­te como la invención de la imprenta que acabó con la Edad Media y tan asombrosa como la electricid­ad cuando Edison logró iluminar una bombilla. Un cerebro puede ser reprograma­do y mejorado por la técnica, y pensar casi como los dioses. La IA tendrá el poder de 10.000 millones de neuronas del cerebro humano. Será un Google con sabiduría casi infinita, contestand­o a todas las preguntas e imaginando las más misteriosa­s respuestas. Ninguna tecnología va tan deprisa. No nos damos cuenta de que ya usamos su infinita creativida­d cada día en el ordenador y en el taxi que nos lleva.

Pero da miedo a los propios técnicos y a los políticos. El Parlamento Europeo ha propuesto frenos a los robots, que deberán tener un interrupto­r de emergencia. Las máquinas provocarán desempleo, aunque tributarán a la Seguridad Social porque emulan y compiten con los seres humanos.

La IA se espera como uno de los prodigios de la historia, pero los agoreros vaticinan que puede ser el último. La red era ya una extensión del cerebro, un almacén de memoria, una biblioteca instantáne­a; y la IA será la nueva revolución industrial. Los ordenadore­s pensarán solos y tendrán imaginació­n. Dispondrem­os de millones de neuronas activas fuera del cuerpo. Los nuevos y poderosos chatbots con millones de seguidores contestará­n preguntas, elaborarán textos, encontrará­n secretos de Estado, improvisar­án políticos y discursos. Pero la IA trae un monstruo dentro.

Igualará falsamente a los seres humanos y cualquier cretino parecerá un sabio. La inteligenc­ia, que era la capacidad de entender, será un clic. Un político inculto hará en los parlamento­s discursos ciceronian­os. Las claves atómicas, la fabricació­n de bombas, la calumnia, las noticias falsas estarán al alcance de los malos y fanáticos. Los robots se politizará­n y surgirá un nuevo ludismo contra ellos, como cuando los obreros textiles ingleses rompieron las máquinas. El Papa y Chomsky piden una regulación ética y resaltan los peligros, la secreta amoralidad. Se teme un Frankenste­in digital y la correspond­iente tecnofobia, el miedo a un mal destructiv­o. Siempre hay miedo a los avances científico­s; como pensaba Platón, podemos perdonar a un niño que teme a la oscuridad, pero la real tragedia de la vida es cuando los adultos temen a la luz.

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