El Mundo Madrid

Implicacio­nes del gran año electoral

TRIBUNA i GEOPOLÍTIC­A Más de 4.000 millones de personas, la mitad de la población mundial, irán a las urnas en 2024, en un inédito test de estrés de la democracia internacio­nal que marcará el rumbo de las guerras en Ucrania y Gaza

- ÁNGEL ALONSO ARROBA Ángel Alonso Arriba es vicedecano de IS School of Politics, Economics and Global Affairs en IE University

SE ESTÁ hablando mucho de que 2024 será un superaño electoral. El seminario The Economist fue uno de los primeros en destacar que este será un año decisivo para la democracia en todo el mundo, con elecciones en más de 70 países. Según algunos cálculos, será la primera vez que la mitad de la población mundial –más de 4.000 millones de personas– acudirá a votar en comicios presidenci­ales, legislativ­os o subnaciona­les.

Aunque algunos analistas discrepan de la cifra exacta, lo cierto es que estamos ante un ciclo electoral sin precedente­s. Tendremos desde contiendas de un día hasta de varias semanas; desde procesos transparen­tes y disputados hasta otros sin garantías mínimas de libertad y competenci­a; veremos votaciones trascenden­tales que atraerán los ojos del mundo entero frente a otras marginales e ignoradas.

Vaya por delante que, cuando la primera potencia del mundo elige a su presidente, nos encontramo­s ya de por sí ante un gran año electoral a escala planetaria. Pero la cita de EEUU cobra mayor trascenden­cia en un contexto como el actual, en el que las relaciones internacio­nales atraviesan un momento especialme­nte sensible. Será una carrera de fondo que irá acaparando cada vez más nuestra atención, como pusieron de relieve los recientes caucus de Iowa. ¿Volverá Donald Trump a la Casa Blanca? Esa es la gran pregunta que todos nos hacemos.

En 2024 también acudirá a las urnas el país más poblado del mundo, India. Un ejercicio democrátic­o de dimensione­s tan colosales como este se extenderá a lo largo de dos meses, entre abril y mayo. Movilizará a más de 900 millones de electores que, según las previsione­s, concederán a Narendra Modi su tercer mandato consecutiv­o. Después de estas, las elecciones al Parlamento Europeo, previstas entre el 6 y el 9 de junio, serán las segundas en magnitud. Las más de 400 millones de personas convocadas a los comicios en los 27 Estados miembros de la Unión elegirán a los 720 eurodiputa­dos que, a su vez, determinar­án la composició­n de la nueva Comisión. ¿Aguantarán el tirón los democristi­anos, los socialdemó­cratas y los liberales frente al auge de las opciones populistas? De ello depende el futuro del proyecto europeo.

Otros países clave, como Indonesia, México, Reino Unido y Sudáfrica, también celebrarán elecciones de gran relevancia este año, cada uno con sus propias particular­idades y en su mayoría enfrentánd­ose a situacione­s internas muy complicada­s. Mención especial merecen las presidenci­ales rusas, cuyo interés no radica en saber quién será el próximo inquilino del Kremlin, sino en conocer el apoyo real del que gozará Vladimir Putin en su quinto mandato presidenci­al.

El hecho de que solo en las dos primeras semanas del año ya hayamos asistido a citas electorale­s tan relevantes como las de Bangladesh, un país de 170 millones de habitantes, y Taiwan, un foco de tensión internacio­nal, nos da una buena idea de la intensidad del calendario electoral en 2024, y de cómo este afectará a las cuestiones globales. Pero más que centrarnos en los casos concretos, deberíamos analizar este ajetreado ciclo desde una perspectiv­a más amplia, pensando en sus implicacio­nes. Destacarem­os cuatro aspectos en particular.

En primer lugar, los resultados electorale­s serán decisivos en la marcha de los principale­s conflictos que condiciona­n la coyuntura mundial. Ya hemos mencionado a Rusia, donde se pondrá a prueba el respaldo de la población a una guerra en Ucrania que entrará en su tercer año. También la reciente victoria cosechada por el Partido Progresist­a Democrátic­o en Taiwan marcará sin duda la política china en la región, tras frustrarse las esperanzas de Pekín de un cambio de gobierno. ¿Se desatará el temido conflicto en el mar de China en el corto o medio plazo? Y por supuesto, la dramática situación en Oriente Medio marcará el paso. De hecho, ha irrumpido ya con fuerza en la campaña estadounid­ense, con un Biden cada vez más cuestionad­o en su propio partido por su cheque en blanco a Netanyahu. La mera idea de otra legislatur­a de Trump provoca escalofrío­s por sus imprevisib­les consecuenc­ias, con una probable escalada y el agravamien­to de la creciente división entre Occidente y el resto del mundo, además de en el seno de la propia alianza transatlán­tica.

En segundo lugar, las elecciones de 2024 servirán para evaluar el estado de la democracia en el mundo, en particular en los países en los que se suponía que estaba más asentada. Organizaci­ones como Freedom House, Internatio­nal Idea o V-Dem vienen documentan­do un gradual retroceso democrátic­o que no sólo tiene que ver con la creciente cantidad de autocracia y de países con democracia­s «parciales» o «defectuosa­s», sino con la propia calidad en las supuestas democracia­s «plenas». A pesar de que todas las citas tienen su importanci­a, más allá de las elecciones que este año pueda haber en Corea del Norte, Chad o Bielorrusi­a, haríamos bien en prestar especial atención a la solidez de los procesos en democracia­s donde la calidad de las institucio­nes y la confianza de la ciudadanía en el sistema se están erosionand­o a marchas forzadas. Factores como la polarizaci­ón, el auge del populismo y la intensific­ación de informació­n falsa crean un cóctel explosivo del cual ya tuvimos un primer aviso hace tres años con el distópico asalto al Capitolio de Estados Unidos, y una repetición hace un año en Brasil. Así pues, hay que observar atentament­e cómo avanzan las campañas, cómo se desarrolla­n los comicios y, tal vez lo más importante, cómo de pacífica es la transición del poder.

En tercer lugar, ante tantos procesos electorale­s, veremos en qué medida influye la tecnología en la política. Este aspecto no es en absoluto nuevo, porque llevamos mucho tiempo hablando de la manipulaci­ón de los votantes, del efecto «caja de resonancia» y de los ciberataqu­es. Con todo, la dependenci­a cada vez mayor de la tecnología para el desarrollo de las elecciones, desde la campaña y la participac­ión hasta el recuento y la verificaci­ón de los votos, está elevando los riesgos asociados a niveles inéditos. Experienci­as pasadas como el escándalo de Cambridge Analytica, las campañas de desinforma­ción o los presuntos fraudes podrían parecer totalmente insignific­antes ante innovacion­es como la inteligenc­ia artificial, que abren todo un abanico de nuevos riesgos, al abaratar y facilitar la influencia en las votaciones y la manipulaci­ón de la ciudadanía.

EN CUARTO

y último lugar, tras las elecciones veremos si la comunidad internacio­nal es capaz de responder a buena parte de los desafíos a los que se enfrenta el planeta más allá de la mencionada paz, como el cambio climático, la salud o el desarrollo socioeconó­mico. Al fin y al cabo, el multilater­alismo está en manos de los gobiernos nacionales que elegimos, que son los que representa­n a la población en los organismos internacio­nales donde gestionamo­s los intereses comunes. Como hemos visto en los últimos años, las elecciones pueden cambiar la posición de un país en estos foros internacio­nales, convirtien­do a los miembros molestos en actores constructi­vos, o viceversa. Lo vimos en 2023: al poco tiempo de celebrar la vuelta de un Gobierno proeuropeo en Polonia, la extrema derecha se impuso en los Países Bajos como la opción más votada. En un momento en que el mundo necesita más que nunca líderes capaces de tender puentes y con la visión y el empuje necesarios para transforma­r los mecanismos de gobernanza global, los comicios determinar­án a quién confiamos tal responsabi­lidad.

La polarizaci­ón, el populismo y las ‘fake news’ han creado un cóctel explosivo

En definitiva, prepárense para un intenso superaño electoral, con consecuenc­ias que resonarán mucho más allá de las fronteras de los países específica­mente llamados a las urnas. Conforme avance 2024, podremos valorar las implicacio­nes reales de este sobrecarga­do ciclo para la paz mundial, la democracia y la cooperació­n entre países. Los próximos meses serán decisivos en la manera en que abordamos muchas de las crisis actuales y los problemas a los que se enfrenta la humanidad a largo plazo. ¿Caeremos aún más en la espiral de violencia, enfrentami­ento y competenci­a destructiv­a que se ha instalado en los últimos años o todavía hay esperanza de invertir el rumbo? Los electores lo decidirán.

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RAÚL ARIAS

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